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La mítica lucha por la Revolución Mexicana fue un conflicto social armado que dificilmente terminamos de comprender hasta nuestros días, por su complejidad, así como por la gran cantidad de grupos y personajes que se enfrentaron entre sí.
Causas justas movieron a toda una nación desde el Norte hasta el Sur; la cruda desigualdad entre la población, el reparto de tierras y la dignidad de los campesinos y obreros, aunado a la perpetuidad en el poder del Presidente Porfirio Díaz y su círculo cercano, generaron una efervecencia generalizada encabezada por Francisco I. Madero, quien mediante el camino de la democracia, buscó arrancar del poder a Díaz y fue nombrado Presidente de México.
Sin embargo, lo que parecería el objetivo cumplido se volvería tan sólo el inicio de un empedrado camino de traiciones, ambiciones políticas, guerra de guerillas, héroes que se volvieron villanos y tratados rotos que duraría diez años, cesando finalmente tras la promulgación de la Constitución de 1917 y una estela de un millón de muertos, con grandes sensaciones de que las necesidades del pueblo no fueron atendidas, y muchas de ellas permanecen inconclusas hasta hoy.
La Revolución fue la suma de varias rebeliones particulares y regionales. El periodo más violento no fue contra Díaz o Huerta, sino cuando los revolucionarios se enfrentaron entre sí, en una lucha encarnizada por el poder.
Los supuestos héroes que se decía lucharon juntos y unidos, terminaron asesinándose unos a otros, así, Carranza mandó matar a Zapata; Obregón a Carranza y Villa; Calles mandó matar a Obregón y Calles fue expulsado por Cárdenas.
La Revolución no tuvo tantos muertos en batalla, muchos fueron indirectos causados por hambre, destrucción de cultivos y ganados, abandonados por hombres para incorporarse a algún ejército, así como epidemias, como la gripe española y la influenza
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JG
