
Amenazas de muerte, acoso sexual, ultrajes y hasta privación ilegal de la libertad son parte de los abusos que dos mujeres han sufrido en medio de su relación con hombres escudados bajo un uniforme. Uno de ellos es bombero en Playa del Carmen y el otro, policía estatal.
Uno fue denunciado con sus superiores y, en lugar de ser sancionado, lo ascendieron de cargo; el otro sigue portando un arma de fuego, representando un peligro principalmente para la población femenina. A pesar de contar ambos con denuncias, las víctimas, por su parte, están pagando las consecuencias.

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En los últimos años han salido a la luz casos en los que al menos 11 policías en Quintana Roo han sido denunciados por abuso sexual, cuatro más por violencia familiar, tres elementos de la Guardia Nacional por violación, y se reportó un caso de un exmilitar que violentaba a su esposa; una noche, cegado por un ataque de ira, la asesinó y luego se suicidó con un arma de fuego en Cancún. La mujer, en repetidas ocasiones, había buscado ayuda con las autoridades, la cual nunca llegó.
Durante el 2024, la Dirección de Asuntos Internos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) mantenía bajo investigación a 60 uniformados por distintos delitos, de los cuales 20 fueron cesados y seis quedaron a disposición de la Fiscalía General del Estado (FGE).
Algunos hombres justifican su mal comportamiento argumentando que provienen de familias donde impera el machismo, lo que les lleva a ver con malos ojos las leyes que protegen a la mujer.
De protector a verdugo
“Nosotros nos vamos a morir juntos” es una frase que Jimena teme que su expareja sentimental pueda hacer realidad. Él es un policía activo quien, desde hace 10 años, la acosa. Aquellas palabras que alguna vez fueron una promesa de amor, ahora son una amenaza de muerte.
Jimena es madre soltera de dos jóvenes. En el 2015, cuando conoció a su verdugo, él se mostró como un hombre ejemplar. Ella reconoce que estaba vulnerable, lo que fue un factor clave para permanecer a su lado y vivir un infierno.
Su primer contacto fue a través de redes sociales, por tener amigos en común. Él estaba comisionado como escolta en otro municipio y ella establecida en Cancún. Jimena trabajaba por las tardes para llevar el sustento a su casa, aprovechando el horario en el que sus padres y otros familiares podían cuidar de sus hijas.

Al principio, no notó las señales de alarma. En sus primeras citas, él le prohibió tener contacto con amigos en común, le pidió cambiar su número de celular y le dejó claro que no la presentaría con su familia para que no le contaran mentiras y acabaran con su relación. Ella, creyendo que era un gesto de protección, no vio su actitud como algo alarmante.
El tiempo pasó muy rápido. Breves salidas, llamadas a todas horas y constantes mensajes. A los dos meses, él ya vivía con ella. Aislada de su familia y amigos, pronto descubrió que era casado y que por eso le había prohibido relacionarse con personas que pudieran revelarle la verdad.
La esposa de Manuel, sospechando de la infidelidad, la contactó no para reclamarle, sino con la intención de advertirle que se alejara de él. Le contó que era inestable y violento, y que utilizaba su poder como policía en someter a las mujeres, embarazándolas y amenazándolas para evitar que lo denunciaran.
El inicio de su calvario
Al descubrir la verdad, ambas mujeres fueron golpeadas, humilladas y aisladas. Manuel tenía el control total sobre ellas, y por temor, ninguna lo denunciaba. Desde esa ocasión, una temporada la pasaba en Cancún atormentando a Jimena y otra cerca de su familia.
“Cuando tenía mi periodo me golpeaba en las piernas y el estómago, quería que le diera un hijo, él sabe cómo golpear sin dejar marcas y cada mes era lo mismo, yo seguía ahí creyendo que lo podía hacer cambiar, pues a veces lloraba como un niño chiquito luego de agredirme, pensé que solo necesitaba comprensión, pero era parte de la manipulación”, comentó Jimena.
Ella todo el tiempo era vigilada por Manuel, recibía alrededor de 40 llamadas al día y más de 100 mensajes de texto, en ocasiones llegaba sin avisar por ella a su trabajo, o se estaba afuera de su casa jugando con su arma de cargo.
Viajar en carro se volvió una pesadilla, si algún conductor se les emparejaba los volteaba a ver, él sacaba su arma de cargo, les apuntaba y amenazaba con dispararles, a ella la insultaba y golpeaba por supuestamente provocarlos, y agregaba “ni llores porque no te estoy pegando fuerte”.

Olvidada por todos
Ella quiso acabar con los abusos y acudió a la Fiscalía General del Estado donde una licenciada la revictimizó y le dijo que mejor fuera a acusarlo con sus superiores, que estaba exagerando, un ministerial que estaba cerca viendo que salía llorando, la condicionó para ayudarla, solo tenía que aceptarle una salida, por eso no pudo demandarlo.
Jimena soportó violencia física, emocional, económica, amenazas, acoso y violación. La manipulación fue tal que llegó a creer que Manuel tenía razón y que nadie la quería, quedándose sola, sin familia, amigos y sin el respaldo de las autoridades.
“Una vez llegó, me hincó y me puso la pistola en la sien. Cuando se durmió, pensé: o me mata o lo mato, pero uno de aquí no va a salir vivo”, relató; entonces se dio por vencida, y cada vez que él le colocaba su arma de cargo en la cabeza, resignada creía que ese era su fin.
En otra ocasión, al ver su actitud violenta ella se puso a la defensiva y tomó un cuchillo para defenderse. Manuel cortó cartucho, se burló y dijo “desde cuando hubieras agarrado valor. Yo nunca te voy a dejar”. Al final, ella soltó el cuchillo y él la abrazó.

La muerte era la única salida
Sus hijas no presenciaron la violencia, y cómo creía que estaba sentenciada a muerte, encargo a las niñas con su exesposo con quien no tenía una buena relación, pasaba noches en vela pensando si le iba a doler recibir un disparo.
Una tarde, una noticia cambió todo, una joven con la que Manuel sostenía una relación, le llamó para burlarse de ella, diciendo que estaban esperando un hijo, por primera vez en tanto tiempo se sintió feliz y le agradeció, ya que sabía que era el sueño de él, y eso lo alejaría de su lado, al pasar los años, también fue maltratada, engañada y abandonada.
Armada de valor pudo enfrentarlo, lo corrió de la casa que ella pagaba, esto a él lo tomó por sorpresa, el verla tan decidida y con tanto coraje lo hizo ponerse a llorar, pidió disculpas y suplicó que no lo dejara, al final le recordó que jamás la iba a dejar; han pasado 10 años y Manuel por temporadas se hace presente solo para atormentarla.
El trauma de Jimena no ha sanado. Teme por su vida y, aunque ya no confía en las autoridades, cuenta con una red de apoyo de amigos y familiares, quienes se imaginaban lo que vivía, por lo que están en alerta constante por si regresa.
“Creo que él siente odio por las mujeres, me engañó infinidad de veces y a todas nos trataba mal, su familia solo dice que está loco pues es muy agresivo con ellos, todos sabemos que es capaz de matar a alguien, pero por ser policía no lo pueden juzgar” finalizó Jimena.

Hombres opinan
PorEsto! entrevistó a hombres que han sido señalados por sus familiares o conocidos de ejercer algún tipo de violencia contra las mujeres. No todos reconocen que criticar la apariencia, prohibir hablar con otras personas u obligarlas a sostener relaciones sexuales también es violentarlas.
Roger, de 40 años, trabaja junto a su esposa en un hotel. Él puede llevarse bien con todos por tener personal a su cargo, pero a ella se lo prohíbe. “Se tiene que dar a respetar, no quiero que sea como las otras que se quieren acostar con todos”, comentó. No reconoce que, además de violentar a su esposa, también agrede a sus compañeras, a quienes llama “cualquieras”. Sin embargo, al ser productivo, lo respaldan.
Ángel, de 35 años, logró calmarse solo por sus hijas. Su esposa piensa que no ha cambiado y que es una bomba de tiempo. Una noche, cuando la golpeó, sus hijas fueron testigos y lo amenazaron con llamar a la policía. Desde entonces, no grita ni golpea, pero la mayor parte del tiempo ignora a su familia.
Rony, de 42 años, le ha dejado bien claro a su esposa que, si una mujer en el trabajo o en algún centro nocturno se le acerca buscando una relación o aventura, él no puede negarse y no está fallando como hombre, pues, según él, son ellas quienes lo buscan.
Néstor, de 28 años, es recién casado. “Quedamos en que los dos íbamos a aportar en la casa. Yo trabajo mucho y me enoja llegar y encontrarla desarreglada, que no haya comida o que no esté todo limpio”. Su esposa también trabaja, pero, por ser mujer, Néstor piensa que las obligaciones del hogar solo le corresponden a ella.
Apagó su brillo
El caso de Daniela es similar al de Jimena. Afortunadamente supo poner límites a tiempo. Ella fue víctima de un elemento de la Secretaría de Protección Civil, Prevención de Riesgos y Bomberos de Solidaridad, quien, a pesar de ser casado, se acercó a ella.
Ahora, Daniela sufre las consecuencias de ese noviazgo. Amigos en común con su agresor se pusieron en su contra, le han cerrado puertas y pedido retirar la denuncia presentada ante la FGE por violencia, acoso y privación ilegal de la libertad, tras ser retenida por varias horas en un auto en movimiento.
“Si tú no fueras así yo no tendría por qué tratarte mal” son parte de los argumentos que Elías como será llamado el vulcano, decía para justificar los malos tratos y violencia física y emocional que ejercía sobre Daniela, quién se acercó a PorEsto! para ser escuchada.
Ella desde el 2023 quiso terminar con esa relación tormentosa por el miedo que él le infundía, fue tanto el trauma que hay muchos episodios violentos que ha olvidado, pero su instinto de supervivencia siempre estuvo alerta y cuenta con pruebas, expuestas ya ante las autoridades.
“En mi celular tengo fotos donde parezco con moretones, hay un vídeo donde claramente se escucha como él me pide que le suelte la mano y yo le pido que me suelte el cuello, pero no recuerdo que fue lo que pasó”, mencionó Daniela.
A Daniela le han hecho creer que ella está loca, no solo su agresor, también sus amigos que se han puesto del lado de Elías, ha batallado con conductas de misoginia y ahora con el lento actuar de las autoridades competentes, quienes le han estado dando largas para proceder, y piensa lo están protegiendo.

El bombero, en sus tiempos libres, trabaja como taxista. En dos sitios de parques temáticos ya fue boletinado por acoso sexual, lo que le valió la prohibición de acercarse a esos lugares. Sin embargo, el sindicato “Lázaro Cárdenas del Río” no ha actuado.
En una estación de bomberos agredió a un compañero y fue señalado de acosar sexualmente a una mujer de Protección Civil, quien fue amenazada con la difusión de un video íntimo, pues al estar bajo el cobijo de sus directores para él no hay consecuencias.
La demanda de Daniela está en proceso, por lo que no se pueden dar más detalles. Ella se acercó a esta casa editorial porque, cada vez que busca ayuda, es ignorada o bloqueada. También teme que todo gire a favor del agresor quien, a pesar de contar con antecedentes, continúa laborando e impartiendo cursos donde tiene trato con adolescentes.
Ambas víctimas desean que sus casos salgan a la luz para alertar a otras mujeres que sufren algún tipo de violencia, a que se vayan a la primera falta de respeto y que siempre hay alguien que va a creer en ellas.
Están tomando terapia para recobrar la confianza, tranquilidad y las riendas de sus vidas. Sin embargo, con los agresores cerca, el tiempo para ellas pasa muy lento.