Menores, presas fáciles de la prostitución; se investigan más de 30 casos en Quintana Roo

Los dueños o gerentes de centros nocturnos engañan a adolescentes con la promesa de una vida llena de lujos para ser explotadas sexualmente en sus establecimientos
lunes, 30 de enero de 2023 · 11:00

Menores de edad trabajan en algunos centros nocturnos para caballeros que operan en la Entidad, bajo la complicidad de las autoridades, quienes reciben “una mochada”. Con consentimiento de sus padres, las adolescentes realizan bailes exóticos para “conquistar” a clientes que pagan grandes cantidades por caricias, alcohol e incluso, sustancias prohibidas.

Las chicas por lo general son enroladas con la idea que es una manera fácil de ganarse la vida y de obtener jugosas entradas de dinero, sin tener que estudiar, pero su corta edad, ignorancia y rebeldía les impiden ver todos los riesgos que hay dentro de ese ambiente.

La madrugada del domingo 22 de enero, uno de estos establecimientos, ubicado en la Supermanzana 510 de Cancún, fue clausurado por autoridades ministeriales en un cateo implementado luego de investigaciones por trata de personas.

Durante el operativo, dos menores que trabajaban como bailarinas fueron rescatadas y puestas a disposición del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF). Ellas alegaron que les habían mentido a los gerentes acerca de su edad, para poder laborar.

En el 2022 se iniciaron 37 carpetas de investigación por este delito en Quintana Roo. Además, de acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), el trabajo de las niñas en estos lugares, donde la prostitución y otras prácticas ilegales se han normalizado, es un “secreto a voces” que implica la complicidad entre las autoridades, que a cambio obtienen una entrada extra de dinero, los dueños y los padres de familia, quienes utilizan chantajes para tener acceso hasta a la mitad del sueldo.

Una de las víctimas, quien únicamente se identificó como “Vale”, contó a Por Esto!, que desde los 15 años comenzó a trabajar como bailarina exótica en un men’s club de Playa del Carmen.

Desde sus inicios, sus patrones le auguraron un mejor futuro a corto plazo; le dijeron que podría adquirir un carro, una casa y tener todo el dinero que quisiera. Ella comentó que su físico le ayudó mucho para que fuera contratada sin preguntarle su edad, si tenía el permiso de sus padres o alguna recomendación, ni solicitarle una identificación.

Lo que nadie le dijo, es que para tener algunos de esos beneficios, el primer paso era perder su virginidad con el gerente.

“Todo comenzó como una broma con un amigo que trabajaba de DJ en un prostíbulo, ¿sabes? Una madrugada estábamos bebiendo en la playa y me puse a bailar. Éramos varios y comenzaron a gritar y a aplaudir, ya sabes, la bulla. Yo siempre he sido bien aventada y cuando gritaron ‘chichis pa’ la banda’, obvio que les mostré los senos”, contó.

“Eso los prendió a ellos, pero a mí más. Me gustó mucho la atención. Ahí el ‘men’ me dijo que yo les había enseñado mis senos gratis, cuando en su trabajo las mujeres cobraban. Entonces, el resto de la peda les estuve mostrando partes de mi cuerpo, tipo casting, para que él me recomendara con su patrón. Me pintó que era un trabajo divertido, pues todas las noches había fiestas, y me pagarían por tomar”, comentó “Vale”.

Ella dijo que solo buscaba un pretexto para dejar definitivamente la escuela y ser independiente, pues no le gustaba seguir las reglas de casa impuestas por su madre, ni pagar los castigos de su padrastro, y esta era la “oportunidad” perfecta.

Para ella todo coincidía, estaba en una edad cuya energía y ganas de experimentar la hacían sentir que podía comerse al mundo. Los días que esperó hasta hacer su debut fueron eternos, y cuando llegó aquella tarde de viernes, salió de casa sin avisar, como era su costumbre.

“Todavía me acuerdo cuando entré por primera vez al bar. Vi a mi nuevo jefe en una mesa. Me dijo: ‘ven preciosa, me dicen que bailas muy bonito, ¿puedes hacerme un baile ahora?’”, narró.

Ese hombre le explicó que tenía que escoger dos canciones. La primera debe ser movida para animar a los clientes y luego viene la variedad, “ya sabes, un ritmo más lento para que podamos quitarnos la ropa. Esa semana me fue muy bien, ganaba hasta 4 mil pesos por estar ahí cinco horas. Me presentaban como la nueva adquisición y yo encantada, tenía dinero para callar a mi mamá y mi padrastro, y hacer lo que yo quisiera”, recordó.

A “Vale” poco a poco le fueron explicando cómo era el ambiente. Le dieron un nuevo nombre, le enseñaron cuáles eran los “tragos sucios”, cómo bajarse la borrachera consumiendo sustancias prohibidas para seguir trabajando, y que el cliente siempre tenía la razón, pasara lo que pasara, por lo que tenía que mentalizarse y conocer los riesgos que corría al estar en una mesa.

A pesar de ser siempre rebelde, “Vale” todavía guardaba mucha inocencia, y al final no era más que una niña queriendo jugar a ser una mujer sensual que despertaba los deseos de hombres diferentes cada noche. Sin embargo, recordó que en el momento en que la llevaron a un privado con su jefe y él la sentó en sus piernas, ella se dio cuenta de que no se trataba de un juego.

La entrevistada contó que sus primeras noches en ese bar las pasó en la pista, y recibía propinas por bailar; además que le enviaban tragos gratis y nadie se le acercó. Ella no sabía que parte de esas “jugosas” ganancias eran producto del trabajo de sus otras compañeras y que aquellos bailes eran para darla a conocer, ya que era la nueva “carnada”.

Perdió su virginidad con su jefe esa noche, y a cambio recibió 10 mil de los 50 mil pesos que se había ganado “por ser la nueva consentida”. Sin embargo, al siguiente día no pudo presentarse a trabajar, tenía dolor, fiebre y sentía mucho miedo.

Por primera vez decidió tener confianza con su mamá y contarle lo que pasaba; sin embargo, ella no la ayudó, pues como se beneficiaba del dinero que ganaba su hija, le pintó una vida peor y le hizo creer que las puertas ya se le habían cerrado, por su edad y por haberse acostado con un hombre mayor. “Me dijo que como mujer, ya no valía”.

Aquella vez, la entonces adolescente no solo perdió su inocencia, también la confianza y la fe que podía tener un futuro mejor, por lo que regresó al bar.  

“Me han tocado clientes de todo tipo. Desde el albañil que viene a gastar su semana con nosotras; el machista que nos hace a nosotras lo que su esposa no le permite; políticos, policías a quienes tenemos que pagarles con sexo a cambio que no nos lleven; otros que se dicen narcos y amenazan con matarnos, y muchos otros”, indicó.

“A las muchachas extranjeras las acosan principalmente los de Migración, y como la mayoría tiene familia que mantener en su país, deben hacer lo que les piden. Los jefes, al ver que nos utilizan, aprovechan para hacer negocios. La casa nunca pierde”, finalizó. 

Han pasado 10 años desde su debut en ese bar, recordó “Vale”. Solo aguantó un año en ese trabajo. “A mi llegada, lo único que sabía de la vida de adultos era beber cerveza”, reconoció.

Sin embargo, ahora tiene serios problemas con el consumo de drogas, que combinaba con alcohol para aguantar toda una noche de trabajo.

La joven confesó que contrario a las promesas, todavía no logra comprarse un auto, tampoco una casa, y no siempre tiene dinero. Cree que le queda poco tiempo en ese ambiente, pues la vida de una bailarina dura cuando mucho hasta los 35 años de edad, cuando un hombre de 50 años de edad aún puede ponerle precio a su cuerpo.

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