Mara Lezama y Magaly Achach, dos historias de represión en Cancún

En marzo de 2001 se repelió un acto en Cancún en el marco del foro de la Organización Mundial de Comercio, cuándo gobernaba la alcaldesa Magaly Achach de Ayuso.
lunes, 9 de noviembre de 2020 · 21:00

La falta de capacidad para actuar con estrategia y no con violencia cuando se trata de disolver manifestaciones fue evidenciada en dos ocasiones en Cancún, y en ambos casos han sido mujeres quienes han estado al frente del manejo del municipio Benito Juárez, otra coincidencia es el reparto de culpas en las decisiones erróneas para detener a los ciudadanos inconformes.

La primera vez fue en marzo de 2001 en el marco de la celebración en este destino turístico del foro de la Organización Mundial de Comercio (OMC), en ese año la presidenta municipal era Magaly Achach de Ayuso y el jefe de la Policía Municipal, Rubén Villegas.

Las autoridades esperaban la llegada de cientos de globalifóbicos que intentarían boicotear el foro  a como diera lugar, por lo que fuerzas del orden de los tres niveles de gobierno montaron un operativo para bloquearles el paso hacia la zona hotelera.

De manera estratégica distribuyeron elementos por agua y tierra, lanchas con policías federales patrullaban la Laguna Nichupté y otros se apostaron en el kilómetro cero del Boulevard Kukulcán, portaban toletes y escudos, además una valla metálica atravesaba de banqueta a banqueta la única arteria vial que conecta a la ciudad de Cancún con la zona de playas.

Mientras eso sucedía los globalifóbicos que acampaban en el parque Las Palapas, preparaban los foros alternos con pláticas contra la globalización pero también para el momento en el que intentarían ingresar a la zona hotelera; fueron recolectando carritos de los supermercados en los que transportaron piedras, palos y botellas con excremento y orina.

En los primeros días de marzo Cancún se transformó en un búnker, a pesar de eso parte del grupo de globalifóbicos logró llegar a la zona de playas para descansar en donde fueron alcanzados por elementos de Seguridad Pública municipal, quienes en un principio los invitaron a salir pero ante la negativa y tras una tensa espera los retiraron en patrullas. A unos 12 kilómetros  otra acción policiaca se gestaba.

Mientras ellos iban rumbo a la base policiaca arriba de la patrulla, en el kilómetro 0 la represión aún sin llevarse a cabo ya se sentía en el ambiente, había cientos de personas pero el silencio reinaba hasta que el primer grito retador fue lanzado.

Los carritos de supermercado cargados con proyectiles improvisados empezaron a salir, los intentos por pasar la valla humana iniciaron, con ello los empujones y forcejeos, la medición de fuerzas para ver quién resistía más tensó el ambiente.

De pronto la fila de uniformados fue rota y con ello los macanazos empezaron a ser repartidos a todo aquel que estaba cerca. Civiles y uniformados caían en el camellón central y la cinta asfáltica del boulevard Kukulcán, no distinguieron quién era globalifóbico, fotógrafo o reportero. 

Quienes miraban de lejos la represión podían darse cuenta que no hubo estrategia de contención sino de reacción, los uniformados locales carecían de preparación para enfrentar situaciones de esta naturaleza.

El saldo fue una serie de heridos y varios detenidos, el objetivo se logró: nadie pasó. El costo fue que la entonces presidenta municipal tuvo que salir a explicar las acciones erróneas de los uniformados.

Ella se excusó diciendo que la actuación de la policía obedeció a presunta información que indicaba que entre los manifestantes había personas peligrosas y mencionó a Alejandro Echavarría, conocido como el “Mosh”, así como algunos extranjeros de quienes posteriormente se supo que no les autorizaron la Visa para entrar a México.  

La alcaldesa se deslindó de los hechos y culpó a la entonces Policía Federal Preventiva (PFP), mientras tanto en la ciudad de México, el entonces presidente Vicente Fox lamentó los hechos pero defendió a la PFP y culpó a Achach de Ayuso de los excesos en el proceder de los uniformados.

Este lunes ocurrió un hecho similar ya que el feminicidio de Bianca Alejandrina Lorenzana Alvarado y los asesinatos de otras mujeres –casi 40 en lo que va del año- motivó protestas en al menos seis de los 11 municipios de Quintana Roo, pero fue en Benito Juárez donde la manifestación fue disuelta a base de disparos por parte de los elementos del Mando Único.

Cuando el contingente llegó a los bajos del palacio municipal, luego de ir de la glorieta El Ceviche y a la Fiscalía General del Estado (FGE), y empezaron a quemar papeles e intentar ingresar al inmueble, los disparos se oyeron. Los gritos y golpes, empujones y confusión se hicieron presentes en la protesta ciudadana.

Elementos policiacos salieron de todas partes, de la oscuridad, levantando sobre sus cabezas las armas y corriendo, otros con el tolete en la mano, se abalanzaron amenazantes y agresivos contra quienes se atrevieron a decirles que estaban violentando sus derechos humanos, su derecho a manifestarse.

Tres personas heridas fue el resultado de la represión, al principio se dijo que habían sido balas de goma pero más tarde hallaron casquillos percutidos en Plaza de la Reforma.

Aproximadamente hora y media después de los hechos las reacciones de las autoridades estatales y municipales fueron lanzadas en redes sociales.

“Vamos a investigar”, coincidieron en señalar el secretario de Seguridad Pública, Alberto Capella y la presidenta municipal Mara Lezama, pero un poco más tarde el gobernador Carlos Joaquín González, dio un mensaje contundente: no fueron elementos estatales, fue el director de la Policía Municipal de Benito Juárez, Eduardo Santamaría, quien dio la instrucción de disparar al aire para despejar a los manifestantes.

Por La Redacción