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Por Luis Enrique Cauich

 

KANTUNILKIN, LAZARO CARDENAS, 21 de octubre.- Los pocos agricultores que han logrado una buena cosecha han comenzado desde hace algunas semanas a realizar la ceremonia del pibinal (elote enterrado), escogiendo las mejores mazorcas para ofrecer en agradecimiento a los dioses del monte los conocidos “yum dziles”, una tradición maya que aún mantiene arraigo.

Su nombre hace referencia al método de cocción que se lleva a cabo en el tradicional pib (agujero hecho en la tierra, llena de brazas ardiendo a manera de horno), cuyo consumo es típico durante las cosechas del maíz, es considerado un platillo típico de la Península de Yucatán y muy arraigado en las familias de los agricultores.

En esta zona maya existen varias formas de ceremonias para el agradecimiento a las deidades que intervienen para que los propósitos se cumplan, como el “jol bes” o “hol che” (bajar los primeros frutos), “chah chak” (para pedir lluvias), además se incluye el “jedz mek” (ceremonia de iniciación de los niños y niñas), entre otras.

En los pueblos de la Península de Yucatán se hace tales ceremonias, y Kantunilkín no es la excepción, donde en el monte se celebra una gran fiesta; en la milpa donde se siembra el maíz se reúnen todos los campesinos mayas para darle las gracias a los aluxes, o a los yum dziles (dioses del monte), porque ellos cuidaron que nadie les robara la cosecha; pues en su momento sacaron a pedradas a los extraños y espantaron a los pájaros para que no picaran la mazorca; es el ritual de la fiesta que se les ofrece por la primera gran cosecha del año.

Se trata de una ancestral actividad que realizan los campesinos en las primeras cosechas de maíz que, al mismo tiempo, es un manjar que una vez al año se disfruta acompañado de atole dulce o salado con chile pero que, primeramente, se ofrece a los dioses del monte en agradecimiento.

El comisariado ejidal Manuel Jesús Oxté Cauich reconoció que no todos los campesinos tienen la costumbre de realizar el pibinal, debido a que  no hubo muchas cosechas y lo poco que se obtiene es para el consumo familiar, ya que su dieta se basa en el consumo de las tortillas hechas a mano.

Sin embargo, poco o mucho, existen otros que sí realizan esta tradicional actividad que consiste en seleccionar las mejores mazorcas que se entierran en un horno rústico conocido como “pib” donde se cuece al vapor durante todo la noche.

Al día siguiente por la mañana, los campesinos sacan los elotes del horno rústico que se ofrendan en un altar improvisado conocido como “kan che” junto con 14 jícaras llenas de atole que permanecen en un lapso de 30 minutos para que los dioses del monte les agrade esta ofrenda.