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10 de Aug de 2024
4 min
Escrito por Jorge Gómez Barata
En su delirio, el exlíder iraquí Saddam Hussein creyó que desencadenaría la Madre de todas las batallas. Tal vez se adelantó a un evento que está por venir y que Israel e Irán están a punto de protagonizar. En el 1947, en Naciones Unidas, Irán votó contra el Plan de Partición de Palestina, no porque estuviera contra la existencia de un estado judío, sino porque le parecía mejor la propuesta de una entidad que acogiera a ambas poblaciones.
No obstante, en el 1950, después de Turquía, fue la segunda nación de mayoría musulmana en reconocer al estado hebreo. Tras el derrocamiento del sha de Irán, aliado al que Estados Unidos brindó asilo y protección, lo cual desencadenó la ira de las autoridades religiosas instaladas en Teherán -que hicieron extensivo su repudio a Israel-, se inició una confrontación que se ha enconado con los años.
Desde el 1948 hasta la fecha, Israel ha librado varias guerras con los países árabes, en ninguna de las cuales Irán ha tomado parte. Ello se debe a que Irán no es un país árabe, sino persa; las causas árabes nunca fueron su causa, ni Palestina su problema. Israel e Irán no se molestan mutuamente porque están a dos mil kilómetros de distancia y entre uno y el otro se levantan los territorios de Arabia Saudita, Siria e Irak.
Al reciente ataque de Israel al consulado iraní en Damasco seguido de la respuesta de Teherán mediante una operación de bombardeo aéreo masivo con misiles y drones a Israel, se suman el asesinato en Teherán del líder de Hamas, Ismail Haniyeh, y en Beirut, del número dos de Hezbollah, Fuad Skukr, hitos que señalan un momento en que la guerra entre las dos mayores potencias militares de la región parece inevitable.
La enemistad entre Irán y Estados Unidos, sumó tensiones a las de Irán e Israel, creó las posibilidades para la confrontación bélica entre ambos países y aceleró la carrera de armamentos. Debido a la distancia, los misiles ocuparon la máxima prioridad. A estas circunstancias se integró el diferendo nuclear.
En el 1968, Mordejai Vanunu, un científico israelí que laboraba en el centro nuclear de Dimona, reveló la existencia de armas nucleares en Israel. Originalmente, el programa nuclear israelí no tuvo nada que ver con Irán sino con la intención de superar militarmente a países árabes que eran sus adversarios. En el 1961, el primer ministro de Israel David Ben-Gurión aseguró al presidente de Estados Unidos John F. Kennedy que “Israel no tenía la intención de desarrollar capacidades nucleares…”.
Desde entonces, el estado judío aplica una política de “ambigüedad nuclear” consistente en no aceptar, no negar y no exhibir armas nucleares.
De hecho, nadie ha visto las armas nucleares de Israel que nunca ha realizado prueba alguna. Según se afirma, ese país se comprometió con la administración del presidente estadounidense Richard Nixon, en “no ser el primero en introducir armas nucleares en Oriente Medio”.
No obstante, sin mostrar pruebas de la afirmación, el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz considera que Israel posee unas 80 armas nucleares.
Paradójicamente, el programa nuclear de Irán comenzó en los años 50 del pasado siglo, cuando Estados Unidos, al amparo del Programa Átomos para la Paz, le entregó al Gobierno del sha un reactor y combustible nuclear para investigaciones.
El Gobierno de Irán, firmante del Tratado de No Proliferación Nuclear, planeó la construcción de más de 20 plantas electronucleares y, con apoyo de Estados Unidos y la cooperación de varios países Occidentales, obtuvo tecnologías y combustible para el desarrollo de la poderosa industria nuclear que posee.
No obstante, este país insiste en que no está interesado en fabricar armas nucleares. Al respecto, en el 2015 firmó el Tratado “Cinco+1 o Plan de Acción Integral Conjunto con lo cual colocó sus capacidades nucleares bajo supervisión de la ONU.
Lamentablemente, la Administración del expresidente Donald Trump abandonó el acuerdo, aunque los restantes signatarios Francia, Alemania, el Reino Unido, Rusia, China y el propio Irán, mantuvieron sus compromisos.
En varias ocasiones Israel ha amenazado con bombardear las instalaciones nucleares de Irán. Otros hechos sumaron motivos para la antológica rivalidad y la inestabilidad en Oriente Medio, entre los que figuran la Guerra entre Irán e Irak (1980-1988) que fue una colosal siembra de vientos, a la cual, en el 1990 se sumó la invasión, ocupación e intento de anexión de Kuwait por Irak que, en el 1991 dio lugar a la Guerra del Golfo.
En la zaga de las operaciones contra Irak por la invasión a Kuwait y con los atentados del 11 de septiembre como maligna referencia, a partir de la mendaz afirmación de que Irak pretendía desarrollar bombas atómicas, entre el 2003 y el 2011 se libró la Guerra y la ocupación de Irak, el mayor, más dilatado y funesto conflicto bélico en la historia moderna de Oriente Medio.
Aunque Saddam Hussein fue derrotado y ajusticiado, en todo Oriente Medio se intensificaron los sentimientos antiestadounidenses, la resistencia frente a los invasores, siempre legitima, tomaron auge las entidades terroristas, principalmente ISIS o Estados Islámico, y otra larga lista de entidades de ese perfil.
En lugar de algún avance decisivo, la situación política, militar y de seguridad en Oriente Medio empeoró hasta los límites en que se encuentra hoy cuando una nueva guerra grande entre dos potencias regionales parece inevitable. Ojalá no ocurra.
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