Leer la realidad y actuar en consecuencia

Crisis, inestabilidad y transición global despliegan varios conflictos y se libra una guerra grande que, en conjunto, influyen en la dinámica mundial
viernes, 2 de febrero de 2024 · 11:43

La gestión de Gobierno obliga a los estadistas y sus equipos a intervenir o estar al tanto de la totalidad de los asuntos públicos nacionales, así como a vincularse al acontecer internacional, labor que se complejiza cuando se trata de potencias cuya participación en los asuntos internacionales es decisiva.

Esa función alcanza un estado de máxima tensión y clímax cuando tienen lugar en una coyuntura de crisis, inestabilidad y transición global, como la presente, en la cual, simultáneamente se despliegan varios conflictos y se libra una guerra grande que, en conjunto, influyen en la dinámica mundial.

Obviamente, no todos los Estados funcionan de la misma manera, ni todos los gobernantes están igualmente preparados para realizar sus labores y adoptar decisiones extremas, de ahí la enorme importancia de los órganos colegiados para trazar y coordinar políticas y aplicar decisiones.

Al respecto, ante la inmensa tarea de enfrentar el fascismo, en los años 40 del pasado siglo XX el comportamiento, los gobernantes de Estados Unidos, la Unión Soviética y Gran Bretaña que lideraron la coalición antifascista que enfrentó y derrotó al fascismo, sembró hitos que condujeron a la victoria.

Convocados por el presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt, el primer ministro británico Winston Churchill, el líder soviético Iósiv Stalin a los cuales se sumó el entonces dirigente de la República China Chiang Kai-shek quienes, entre 1941 y 1945, se reunieron en las Conferencias del Atlántico (1941), El Cairo (1943), Teherán (1943), Yalta (1945) y Potsdam (1945), para coordinar las acciones, la colaboración y las políticas en la conducción de la guerra y la edificación del mundo de posguerra. Fruto de aquellos esfuerzos, como el mejor legado, se redactó la Carta de la ONU y se fundó la organización (1945).

La labor colectiva permitió, entre otras cosas que, Estados Unidos, entonces la primera economía mundial que por razones geográficas y por legislaciones que le imponían la neutralidad, inicialmente se mantuvo al margen de la contienda, pusiera su potencial industrial al servicio de la causa antifascista y, mediante las leyes de Prestamos y Arriendo suministrara a Gran Bretaña, la Unión Soviética y a los otros países aliados, abundante material militar y en el 1941, después del ataque a Pearl Harbor, declarara la guerra a Japón, asumiera la lucha en el Pacifico y, en el 1944 abriera el Segundo Frente en Normandía y se sumara a lucha en Europa donde la Unión Soviética había combatido en solitario.

Entonces los líderes integrados en la Coalición de los Aliados o de las Naciones Unidas (término utilizado antes de que se creara la organización), realizaron una precisa lectura de la realidad que les era contemporánea, a partir de lo cual actuaron correctamente, asumieron compromisos y trazaron estrategias correctas para el mundo de posguerra. La descolonización y la ONU figuran entre sus mejores legados.

No puedo decir lo mismo del liderazgo actual de las principales potencias que son las mismas de entonces (aunque Rusia reemplazó a la URSS) que, en el momento actual, ignorando los preceptos contenidos en la Carta y los compromisos que atribuyen al Consejo de Seguridad de la ONU el papel principal en el mantenimiento de la paz mundial, han desatado la guerra entre ellos.

Haber mirado para otro lado mientras la OTAN reeditaba las peores políticas de la Guerra Fría cuando se trataba de cercar y hostilizar a la Unión Soviética, es una responsabilidad que la ONU, principalmente las potencias occidentales del Consejo de Seguridad, no pueden evadir, como tampoco Rusia puede soslayar su responsabilidad al haber optado por la violencia extrema para preservar su seguridad y realizar otros objetivos políticos, asociados a las minorías rusas en Ucrania.

En cualquier caso, el daño está hecho. La buena noticia es que es reparable. Conferencias de la ONU al estilo de las efectuadas por los líderes de la coalición aliada en la II Guerra Mundial, con una agenda de paz, permitiría renovar los compromisos acerca de la seguridad colectiva, no sólo en Europa, sino también en Asía-Pacifico y Oriente Medio; actualizar la Carta de la Organización que contiene las reglas esenciales para regir las relaciones internacionales y relanzar el papel del Consejo de Seguridad. Así la coexistencia pacífica podrá volver a regir un mundo global.

La meta es ambiciosa y la tarea titánica, pero es más fácil porque no hay opciones. No hay alternativas a la paz.