Fuerza desmesurada... eficacia nula

La Ley Patriótica otorgó a Estados Unidos atribuciones legales para combatir el terrorismo en el territorio nacional, pero se restaron libertades y derechos de las personas
jueves, 4 de enero de 2024 · 11:59

Los atentados del 11 de septiembre del 2001 contra las Torres Gemelas del World Trade Center en Nueva York fue una operación milimétricamente planeada que constituyó el mayor y más espectacular atentado terrorista ocurrido en el mundo. CNN, reportó: “Estados Unidos bajo ataque”, un titular exacto para un hecho inédito.

Entre lo más notable es que el ataque no provenía de ninguna potencia o país rival, sino de una organización terrorista que inauguró una época en la cual, factores no estatales desempeñarían un papel relevante en la política mundial. Desde entonces ocurre así con otras y ahora con los hutíes en Yemen.

El hecho conmovió al mundo, desató una ola de solidaridad y provocó un repudio que estigmatizó el terrorismo, especialmente el de matriz islámica, y alteró para siempre el ritmo de la vida en los Estados Unidos y sus nociones de la seguridad. Por primera vez calles y aeropuertos fueron patrullados por militares con armas largas y perros y el Congreso aprobó la Ley Patriótica.

Estados Unidos evacuó al presidente, decretó el cierre del espacio aéreo y de las fronteras terrestres y marítimas, ordenó el cese de operaciones de la Bolsa de Nueva York y sus Fuerzas Armadas pasaron a Dfcom 1, condición que se adopta en previsión de un ataque inminente.

La Ley Patriótica otorgó al Gobierno de Estados Unidos atribuciones legales para combatir el terrorismo en el territorio nacional, para lo cual modificó más de 15 estatutos federales, asociados a la protección de derechos ciudadanos, otorgando a la seguridad y la Policía facultades para vigilar e investigar a los ciudadanos. Como siempre ocurre, al ampliar los poderes del Estado se restan libertades y derechos de las personas.

Aunque rápidamente se supo que 15 de los 19 secuestradores eran ciudadanos de Arabia Saudita, encabezados por el también saudita Osama bin Laden, líder de Al-Qaeda, ese país no fue impugnado, sino que todas las miradas y sospechas se dirigieron a Afganistán donde la organización tenía sus bases principales y era apoyada por el régimen talibán.

Como parte de la cruzada contra el terrorismo apoyada por la ONU y la OTAN, en el 2001, con miles de efectivos y una Estados Unidos, emprendió la operación Libertad Duradera contra Afganistán que desplazó a los talibanes del poder mientras, durante años, los miles de efectivos norteamericanos rastrillaban ciudades y aldeas, incluidas las remotas e inaccesibles montañas de Tora Bora en búsqueda de Bin Laden.

A pesar de la desmesura de la operación, los resultados fueron nulos. Diez años después, utilizando recursos de inteligencia, con apenas un comando de tropas especiales, en el suburbio pakistaní de Abbottabad, los militares dieron caza a Bin Laden.

Ahora la historia parece repetirse cuando ante los ataques piratas de las guerrillas hutíes, la mayor organización armada no estatal del mundo que, no obstante, operan en el mar con lanchas rápidas y con pocos tripulantes, ante las cuales los dos portaaviones movilizados para el Mar Rojo y el Golfo de Adén, y sus respectivos grupos de batalla, junto a la Armada desplegada por 10 países, la mayor parte de ellos potencias navales de la OTAN, parecen inefectivos.

Existe además el peligro de que los hutíes, asistidos y surtidos por países con mayor poderío militar, desde territorio de Yemen, aledaño al Mar Rojo y el Océano Índico, utilicen misiles para atacar, además de a los mercantes, a buques de guerra de Estados Unidos y otros países que operan contra ellos.

Los piratas que practican tácticas guerrilleras de “muerde y huye”, atacan y se repliegan para ocultar en alguna de las 90 islas del Mar Rojo en Yemen o en algún otro lugar donde se les cobije, lo cual es detectable por los recursos de las potencias involucradas, lo cual plantea el riesgo de una confrontación con alguno de los Estados de la región, entre los cuales los hay con poderío militar considerable.

A mi juicio, el peligro de la extensión del conflicto entre Estados Unidos y Estados de la región es inminente. Ojalá no ocurra.