Crear y administrar el capital político

La gran batalla de la Guerra Fría se libró en las esferas económica, ideológica y política, en la lucha por proveer bienestar a sus países y áreas de influencia
martes, 30 de enero de 2024 · 10:25

La narrativa de la Guerra Fría se construyó sobre la base de cálculos y presunciones, basadas en las experiencias de la II Guerra Mundial donde funcionó una alianza entre Estados Unidos, la Unión Soviética y China contra el eje fascista formado por Alemania, Italia y Japón, a lo cual se sumaron los cálculos del potencial industrial y la acumulación de armas, principalmente nucleares. La superioridad primero y la paridad después, se establecía mediante pruebas nucleares, maniobras, demostraciones de fuerza, advertencias y amenazas, espionaje y otras acciones análogas, sin apenas evidencias prácticas.

La primera gran confrontación en la posguerra fue la Guerra de Corea (1950-1953) que, luego de tres años de intensas batallas y tres millones de muertos, terminó en tablas. Otros test reveladores fueron la Guerra en Vietnam, perdida por Estados Unidos y la intervención en Afganistán, donde Estados Unidos y la Unión Soviética, respectivamente, obtuvieron bajas notas.

Dotada de poderosas Fuerzas Armadas convencionales que el conjunto de Europa Occidental no igualaba y de un poderío nuclear ante el cual Inglaterra y Francia se quedaban cortas, el llamado Viejo Continente se colocó bajo la protección de Estados Unidos, que desplegó su paraguas nuclear y dotó a la OTAN de armamento avanzado. No obstante, la paridad y la evidencia de que existía una “destrucción mutua asegurada” impuso la cordura y favoreció la coexistencia pacífica, la guerra fue evitada y la Unión Soviética desapareció sin que, afortunadamente, las superpotencias midieran fuerzas en los campos de batalla.

La gran batalla de la Guerra Fría se libró en las esferas económica, ideológica y política, en la lucha por proveer bienestar a sus países y áreas de influencia, ganar las mentes de las personas y establecer alianzas internacionales, tanto estatales como con fuerzas sociales y políticas del mundo entero. Con talento y determinación, la URSS creó el Tratado de Varsovia, una poderosa alianza militar y estructuró el movimiento comunista internacional constituido por más de 100 partidos, con lo cual expandió su influencia por todo. Incluso de la mano de Cuba y con el liderazgo de Fidel Castro, con un éxito impresionante debutó en América.

Inexplicablemente, la Unión Soviética que, partiendo prácticamente de cero, en todas las esferas, incluyendo la economía, la ciencia y la tecnología registró avances impresionantes, no logró administrar el capital político acumulado y colapsó víctima de contradicciones y errores, a la vez que enormes, elementales, ligados a equívocos teóricos, excesos dogmáticos, acumulación de déficit de democracia, libertades civiles, derechos humanos y políticos, brillantemente proclamados y nunca cumplidos. En 50 años, acumuló un capital político que no supo gestionar hasta colapsar por la implosión provocada principalmente por factores internos.

En el proceso de descomposición del socialismo real, luego de perderlos apoyos que representaban, China, Europa Oriental y Mongolia, la Unión Soviética colapso dispersando una unión de cuyos despojos surgieron o resurgieron 20 nuevos Estados, entre ellos Rusia que, continuó en caída libre hasta convertirse en una caricatura de lo que cuando encabezó la lucha contra el fascismo en la Gran Guerra Patria y fue centro de la Unión Soviética.

En la más difícil coyuntura de su historia, Rusia encontró reservas físicas y morales para revivir y bajo la dirección de Vladímir Putin, renació y, usando la herencia soviética, el potencial económico, el poderío militar, principalmente nuclear, el asiento en el Consejo de Seguridad volvió a ocupar un lugar destacado entre las potencias rectoras de la política mundial.

Por razones que para mí resultan incomprensibles, cuando contaba con opciones para enfrentar la situación creada por Occidente, empecinado en expandir la OTAN, Putin escogió la guerra. Lo peor no es que no haya podido ganarla, lo cual pudiera hacer aplastando a Ucrania, lo cual significaría un precio político impagable, sino que cedió y al hacerlo tomó un curso. La buena noticia es que está a tiempo de parar y retomar su propio camino y no el que le dictan Washington y Bruselas.

En cualquier caso, Rusia tiene varias opciones, Occidente sólo una. La potencia eslava puede parar la guerra, tratar de consolidar lo alcanzado y avanzar por sendas más seguras. No será fácil, pero es posible. Ojalá lo intente. La paz es la apuesta ganadora.