El abandono de las comunidades mayas

En este artículo de opinión, Rogerio Castro habla acerca de la gran desigualdad que se vive en los rincones más alejados y comisarías de Yucatán
lunes, 22 de mayo de 2023 · 08:41

Durante mis recorridos por el interior del Estado he llegado a los rincones más alejados de nuestros municipios y comisarías, la percepción de la mayoría de las localidades es que las autoridades los tienen abandonados y la realidad es que el desarrollo no llega para todos. Es una desigualdad tremenda.

En Mérida, sobre todo, he visto un verdadero desastre urbano, el llamado “tren de la vivienda” ha arrollado a las comunidades, colapsando los servicios básicos, a esto hay que agregarla la notoria situación de pobreza en contraste a los grandes desarrollos, nuestra ciudad creció gracias a nuestra gente trabajadora que lucha para salir adelante, pero sin hacerlo sostenible a corto plazo.

Es muy evidente que no ha habido una planeación urbana congruente con el crecimiento que se han dado, porque muchas de las familias se han asentado en terrenos que buenamente pudieron encontrar para vivir por su falta de recursos o el crecimiento desmesurado los ha desplazado, algo muy marcado tanto en la zona urbana como rural.

Por ello, tienen que aguantar condiciones de hacinamiento, no tienen viviendas dignas, pasan necesidades por la falta de empleo y muchas veces tienen que viajar a la capital, Mérida, para encontrar un trabajo que les permita salir adelante. Pero, sobre todo, se encarece la vida con el transporte público, el predial y los productos básicos, ni decir que se desarrolla vivienda, pero no se desarrolla el pueblo.

Los habitantes de las comunidades necesitan recorrer largas distancias y pagar su pasaje de la comunidad a la ciudad. Y sólo por poner un ejemplo, de Hunucmá a Mérida la gente pasa entre 30 y 40 minutos para llegar y se gasta cerca de 30 pesos para ir y 30 para volver. Qué decir de municipios y comisarías más alejados donde te cobran más de 100 pesos por boleto redondo.

¿Se imaginan tener que destinar gran parte del sueldo en el puritito transporte? ¿Cómo le hacen las yucatecas y yucatecos que necesitan venir a ganarse el pan a la ciudad? Y que además de su tarifa del pueblo, todavía tienen que pagar su camión cuando llegan a Mérida para trasladarse hasta su sitio de empleo.

Esto complica la situación de la mayoría de las personas, porque es difícil cubrir esas dobles tarifas, por decirlo de algún modo. Esto se refleja en las cifras que da a conocer el Inegi, que señala que en la Entidad una persona gasta el 20 por ciento de su presupuesto sólo en pasajes. Imagínese, esto cuando los sueldos que siguen siendo mínimos, con menos de 5 mil pesos mensuales en promedio.

Y las cosas no se les facilitan en sus sitios de origen, porque todavía en pleno siglo XXI hay lugares a los que no llega luz eléctrica, agua potable, acceso a la educación, y el colmo es que no hay ni servicios médicos para atender las necesidades más básicas de los pobladores, o si se hacen centros de salud comunitarios no hay doctor.

Me atrevo a decirlo con pruebas porque lo he vivido, y justamente cuando viajo por las carreteras rumbo a las comisarías y municipios, me doy cuenta aún más de lo difícil que es llegar a los rincones más alejados del Estado y tener acceso a colonias que aún no están municipalizadas.

Porque a veces a duras penas avanzamos debido a los baches que hay en varios tramos, y no les miento, hay personas con discapacidad que no pueden cruzar por la banqueta o el transporte público no llega por las condiciones de distancia y terreno.

Y si eso pasa en las carreteras, qué podemos decir de otro de los problemas más marcados que existen, que es la falta de un sistema de drenaje pluvial en muchas zonas del Estado, sobre todo en poblaciones donde siempre que hay temporada de lluvia, se dan inundaciones y hasta se tiene que desalojar a la gente.

Y si eso pasa aquí cerca, en comisarías de Mérida como Kanasín o Caucel, ¿qué podemos esperar de los lugares más alejados? Por ejemplo, en Tizimín, que es uno de los municipios más importantes por su vocación ganadera, hay comisarías como Santa Rosa, Santa María o Xkalax Dzibalkú, que padecen por las lluvias y hasta se han quedado sin energía eléctrica por largos períodos.

Incluso, algo muy urgente de solucionar es el tratamiento de aguas residuales, porque continúan las fosas sépticas en Yucatán y sólo el 30 por ciento del agua es tratada, y tan sólo en Mérida, que es una ciudad con más de un millón de habitantes, casi 700 mil personas usan este método para desechar los líquidos.

Este también es un problema que nos afecta a todos, porque la contaminación llega hasta el mar, y en los municipios que tienen vocación pesquera esto causa un impacto negativo en la economía de las y los pobladores, porque muere fauna marina, que es la base del sustento de muchos.

Por eso pienso, qué injusticia tener que vivir con esas carencias, con esa falta de sensibilidad de parte de las autoridades y que son el resultado de años de malos gobiernos, de personas insensibles que no les importa el sufrimiento de quienes más lo necesitan: de la gente pobre, ¡eso tiene que cambiar!

Lo digo porque las mujeres y hombres de todo Yucatán merecen oportunidades para desarrollarse, para salir adelante y tener las condiciones universales de bienestar que merecen, y ese apoyo debe venir de quienes se encuentran en el poder y tienen la obligación de velar por el bien del pueblo.

El desarrollo de la ciudad tiene que pasar por planeaciones que no sean sacadas de la manga, por planes funcionales que de verdad ayuden al desarrollo de nuestros pueblos y ciudades, y sobre todo, de la gente.

Por eso, hago un llamado para atender las necesidades de las comunidades de todo el territorio yucateco, para que tengan servicios de agua potable y electricidad; que cuenten con calles transitables para llevar a cabo sus actividades agrícolas, que las niñas, niños y jóvenes puedan ir a la escuela y recibir educación para tener más oportunidades de salir adelante.

Pero eso no se logra de la noche a la mañana y mucho menos si quienes se encargan de distribuir los presupuestos, sólo tienen puestos sus ojos en una visión inmobiliaria y de negocio y siguen ignorando de origen las necesidades básicas de los habitantes.

Hay que tener en cuenta que no únicamente se debe cuidar los sitios turísticos porque atraen inversión, lo primero debe ser atender a la gente, a quienes trabajan para hacer de Yucatán un lugar con calidez, como se le conoce.

Porque lo que en verdad enriquece a esta tierra es su gente, pero ¿cómo vamos a seguir creciendo si el desarrollo no llega parejo, si se tienen que gastar gran parte de su dinero en transporte y no tienen servicios básicos en sus comunidades?

Y les dejo esta reflexión, que muchas veces me ha quitado el sueño, pero que también me motiva desde mi trinchera a seguir trabajado para que un día lleguemos a las condiciones de igualdad que todas las familias se merecen.

 

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