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Opinión

Ojalá se logre acotar el alcance de la Paz Total y consolidar acuerdos viables que generen credibilidad en la sociedad civil

Hace pocos días se conmemoró el séptimo aniversario de la firma de la paz entre la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), y el Estado Colombiano. Fue una conmemoración agridulce: por una parte, la alegría de ver la persistencia de los exguerrilleros firmantes, pero por otra, el poco desarrollo que en el pasado Gobierno y, extraña y vergonzosamente, en el presente, ha tenido el desarrollo de los compromisos gubernamentales.

En efecto, los 13 mil guerrilleros que se desmovilizaron continúan firmes en su decisión de dejar las armas y reintegrarse a la sociedad, algunos con proyectos empresarialmente exitosos, otros estudiando y tratando de ganarse la vida en un entable político y económico tan difícil aún para quienes no vienen de experiencias tan difíciles y uno de ellos como Alcalde elegido por su comunidad, que quisiera renovarle el mandato si las leyes se lo permitieran.

Pero el Estado ha sido inferior a su reto: el anterior presidente, Iván Duque, desperdició cuatro años para la paz tratando de torpedearla, primero intentando presentar objeciones legales y luego atravesándose a todos los intentos de avanzar en el cumplimiento de los compromisos estatales.

Y, como una mancha ominosa, el asesinato de desmovilizados, que, dolorosamente, es un desangre permanente que continúa en el actual Gobierno, comprometido con el logro de la paz.

El presidente Gustavo Petro no asistió a la conmemoración solemne de la firma del acuerdo; minutos antes, desde la Presidencia de la República informaron que no asistiría porque estaba ocupado en una agenda privada. Estuvieron presentes, además del expresidente y Premio Nobel de la Paz, Juan Manuel Santos, los negociadores del Gobierno, representantes de los países garantes y acompañantes del proceso y académicos estudiosos del tema.

Esa ausencia contribuyó a agravar los desencuentros entre el Presidente, que logró la desmovilización de la guerrilla más grande y más antigua del país, y el actual, que tiene como bandera de su administración la Paz Total. Santos señaló que “el presidente Petro no es muy predecible y eso genera desconcierto, genera desconfianza”. No podía dejar de señalar: “el peor error del Gobierno fue dejar que disidencias se presenten como FARC”, haciendo alusión a Iván Márquez, quien actuó como jefe negociador de la guerrilla y luego de firmar el acuerdo de desmovilización desertó y fundó una nueva con el mismo nombre de la anterior, sin que muestre deseos reales de desmovilización.

Petro respondió repitiendo los que ha señalado muchas veces como errores de Santos en la negociación con las FARC, sin que tampoco se vean mayores avances de su Gobierno en el cumplimiento de ese acuerdo que lo obliga, equiparándose así, él que se presenta como un abanderado de la paz y que de verdad quisiera serlo, con el Gobierno anterior, ese sí enemigo de la reconciliación de los colombianos.

La Paz Total del presidente Petro no despega, la persistencia confesa del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en el secuestro y las acciones armadas permanentes de los otros grupos armados contra la sociedad civil, son el principal escollo y han creado un sentimiento de desesperanza en la sociedad.

Afortunadamente, el Presidente ha dado pasos en los últimos días hacia la realización del acuerdo nacional que propuso el día de su posesión y que tantas veces se ha disuelto en enfrentamientos evitables: por una parte, los negociadores de paz de su Gobierno avocan la reunión, al parecer definitiva, con el ELN para exigirles el cese del secuestro como condición para avanzar en las negociaciones y por otro, se ha reunido con representantes de los principales gremios económicos a quienes antes había atacado en sus alocuciones. O en Twitter (ahora X) por donde muchas veces se comunica.

En esa reunión los cacaos (como se llama en Colombia a los más ricos empresarios) se comprometieron a desarrollar grandes proyectos, imposibles de realizar por el Estado sin su concurso: desarrollo de la Guajira, ese departamento de población mayoritariamente indígena donde muchos niños han muerto de desnutrición; ampliación del principal puerto del país, el de Buenaventura, y creación paralelamente de una zona franca especial semejante a las que con tanto éxito se han desarrollado en China; así como llegar a la autosuficiencia y exportación lechera.

Ojalá logremos una continuidad de propósitos y proyectos públicos privados que permitan contar con una ruta confiable, no sujeta a vaivenes periódicos ni enfrentamientos evitables y cambios bruscos desde el lado gubernamental.

Y, por el lado de la guerrilla, ojalá se logre acotar el alcance de la Paz Total y consolidar acuerdos viables que generen credibilidad en la sociedad civil, actualmente tan castigada por los grupos que dicen buscar su desmovilización.

 

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