Europa, siempre Europa

viernes, 30 de septiembre de 2022 · 11:22

Europa no es la OTAN ni la Unión Europea, sino cuna, fragua y núcleo de la civilización Occidental de la cual Rusia y Ucrania forman parte. El más pequeño de los continentes es la región que agrupa a más pueblos, la que más ha aportado a la civilización mundial y el único núcleo civilizatorio cuyas proyecciones culturales, ideológicas y políticas poseen carácter universal. Sin las lenguas europeas el mundo no se entendería.

Del desempeño cultural y político europeo surgieron grandes doctrinas humanistas, importantes escuelas filosóficas y las corrientes políticas más decisivas, entre ellas el liberalismo, el marxismo, el socialismo y el comunismo, aunque también del militarismo y el fascismo. Con luces y sombras, entre lo mejor que le ha ocurrido al mundo fi gura la europeización que consistió en la expansión de la civilización desde los núcleos más avanzados al resto del mundo, fenómeno que tuvo entre sus hitos el desborde del Imperio Romano y la llegada de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo que dio lugar a la Era Moderna, el período más fecundo en la historia humana.

Tales procesos exhaustivamente documentados y estudiados y sometidos a la crítica se desplegaron con tal violencia que generaron costos humanos y sociales inauditos entre los cuales las cruzadas, la conquista y la colonización de América, así como la trata de esclavos africanos, figuran entre los más violentos.

El revés más significativo en la historia europea fue el predominio del fascismo que en un lustro (1939-1945) ocasionó el más importante retroceso político y la mayor catástrofe humanitaria de toda la historia. No obstante, en la adversidad Europa encontró la entereza necesaria para deponiendo la contradicción entre el capitalismo y el comunismo, convertir la alianza entre Estados Unidos, Rusia, entonces llamada Unión Soviética, y Gran Bretaña en un liderazgo mundial antifascista.

La victoria sobre el fascismo fue un fruto de la unidad, una victoria del espíritu humano, del pensamiento avanzado y del humanismo sobre la barbarie, que dio lugar a un curso que mediante reflexiones maduras y arduas negociaciones, dictadas por la buena fe y la voluntad política de enrumbar a la humanidad por cursos positivos, condujo a un orden apropiado a las tareas de la humanidad en el siglo XX.

El orden internacional forjado en las conferencias de El Cairo, Moscú, Teherán, Yalta, Potsdam, Dumbarton Oaks y San Francisco, instalado en la posguerra con base en la ONU y los acuerdos de Breton-Woods, no fue perfecto, pero soportó las pruebas del tiempo y de la Guerra Fría, contribuyendo a crear los ambientes propicios para la prosperidad de la posguerra que excluyó la guerra, propició la descolonización, contribuyó al auge económico de Occidente, a la consolidación de la Unión Soviética, al impresionante despegue de China y a los avances de los países emergentes.

Entre los corolarios de ese breve período histórico figuran la integración económica y política y la Unión Europea que, más que una conquista política de los países del llamado Viejo Continente es un avance civilizatorio, un contundente argumento a favor de la integración en otras regiones y un paradigma planetario. Por el contrario, la desunión, expresada en el abandono de la Unión, cosa que ya hizo Gran Bretaña, y que se manifiesta en el triunfo de la derecha y el conservadurismo que gobierna en varios países, así como la guerra que hoy se libra, son la evidencia más rotunda de adónde conducen los ambientes de hostilidad y tirantez y la falta de apropiados mecanismos de seguridad colectiva.

La Unión Europea y sus estructuras son la única experiencia de integración política, económica, financiera y monetaria y humana viable y madura, cuya vigencia y eficacia la convierten en un paradigma, debería ser el crisol donde se forje la paz y el foro donde se debatan las diferencias y se alcance la convivencia civilizada.

Si fuera cierto que las grandes crisis proveen grandes oportunidades, en la búsqueda de la paz que todos necesitan, los países europeos que integran la OTAN, Ucrania que también es Europa y Rusia que geográfica y culturalmente pertenece al continente al cual desde hace siglos intenta aproximarse, pudieran encontrar los motivos y los argumentos para dialogar y avanzar para, primero convivir y luego cooperar en lo mejor que sabe hacer Europa: crear civilización.