La guerra que no acaba

viernes, 23 de septiembre de 2022 · 10:52

Ningún dato indica que la guerra en Ucrania pueda reducir su escala o intensidad y mucho menos cesar. Todo apunta al incremento de las acciones, a la extensión en el tiempo y la expansión a otras áreas de Rusia o países de la OTAN, a un desastre de grandes proporciones en la planta electronuclear de Zaporiyia o al empleo de armas nucleares. La orden de movilización de 300 mil reservistas rusos, dobla la apuesta.

La “Operación Especial en Ucrania” es la más importante campaña militar emprendida por el Ejército soviético/ruso desde la II Guerra Mundial. Es más relevante que la invasión a Afganistán (1978-1992), supera las guerras en Chechenia (1999-2009), Georgia (Abjasia y Osetia del Sur) (2008), los desempeños en Siria desde 2017 y la ocupación “blanda” de Crimea en el 2014. Ninguna de esas acciones requirió tanto dinero ni tantas armas, no activó al “Occidente global” contra Rusia, ni puso al mundo “al borde de la guerra”.

Obviamente, se trata de la operación estratégica con acciones combativas de mayor envergadura emprendida por Rusia desde el colapso soviético y cuyas repercusiones políticas, militares, económicas y comerciales, predecibles, han implicado a la OTAN y a Estados Unidos y cuentan con potencial para desencadenar un conflicto nuclear.

En la guerra en Ucrania participan unos 30 países, cuatro de ellos poseedores de armas nucleares. A diferencias de confrontaciones como las de Estados Unidos en Afganistán y de Rusia en Siria, que involucran a tropas regulares contra fuerzas “no estatales” como el Talibán o el Estado Islámico, el conflicto en Europa es de matriz convencional y en el mismo se enfrentan los ejércitos de unos Estados contra otros.

Aunque la cobertura de prensa en los frentes de batalla es mínima, se conoce que el uso de tecnología militar avanzada es inédito. Ante la inmensa tarea planteada por el presidente Vladimir Putin como “liberación de Donbass” y protección eficaz a su población, así como la desmilitarización y desmasificación de Ucrania, un país de 40 millones de habitantes con el segundo mayor ejército de Europa, armado y entrenado por la OTAN y motivado porque definitivamente se defiende en su tierra, el generalato ruso debe haber sopesado rigurosamente los elementos a favor y en contra.

Heredero de las experiencias y del profesionalismo del Ejército Rojo, vencedor en la II Guerra Mundial, y dotado de avanzados recursos de inteligencia tecnológica, incluidos satélites y aviación estratégica, y con obvia penetración en los mandos ucranianos, el Alto Mando y el Ministerio de Defensa de Rusia debe haber planificado larga y cuidadosamente cada segmento de la operación, sin el más mínimo espacio a la improvisación o el amateurismo.

Los recursos, de todo tipo, incluidos humanos (150 mil efectivos), para dar cumplimiento a las tareas estratégicas planificadas deben haber sido finamente calculados y preparados, también debe haber sido meticulosa la selección de blancos, las ciudades a conquistar, las líneas a sobrepasar y el trabajo de información y “propaganda especial a realizar”. Un elemento a favor del mando ruso fue el emplazamiento de las armas, incluidos buques y aeronaves, el cálculo de las trayectorias de la artillería y la cohetería, todo ello realizado con tiempo y fuera del alcance de la exploración ucraniana.

Conocedor en detalles de las capacidades y posibilidades técnicas y tácticas de las fuerzas armada de Ucrania, la inteligencia, la exploración y los servicios de operaciones rusas, deben haber calculado en detalles las respuestas y contramedidas militares ucranianas ante sus acciones, neutralizado sus capacidades y blindando los posibles blancos de sus respuestas, tanto en las áreas fronterizas, como en Crimea y Donbass. Con todo a su favor, la “Operación Especial” no ha fluido y por momentos parece haberse internado en un “ramal ciego” que no conduce a ninguna parte y del que solo puede salir retrocediendo. Todavía, de vez en cuando, el presidente Putin alude al hecho de que Rusia puede poner más carne en el asador.

¿Por qué no lo hace? La Operación Especial en Ucrania es netamente ofensiva y, como cualquier cadete conoce, en las acciones ofensivas la primera tarea es consolidar las posiciones alcanzadas y fortificar para rechazar los contraataques. Nadie inicia una operación ofensiva para retroceder. Lejos de disminuir en intensidad y escala, la guerra en Ucrania se incrementa, añade complicaciones operativas y políticas que, como los referéndums y las anexiones, alejan las soluciones e implican cada vez a más efectivos. El peor rostro de la guerra puede estar por mostrarse. La voluntad política para frenar la orgía de violencia, muerte y desprestigio no aparece en el horizonte. Es lamentable.

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