Petro y Francia, productos del trabajo duro

domingo, 3 de julio de 2022 · 11:57

La expresión “vivir sabroso” que popularizó Francia Márquez ha sido utilizada por quienes pretenden desvalorizar sus méritos, como si ello significara il dolce far niente con que los italianos glorifican el valor del ocio. Pero su significado es más profundo. Francia misma se encargó de explicarlo cuando una periodista le preguntó que si cuando ella se pasara a vivir a la lujosa casa de la vicepresidencia iba a vivir sabroso.

La réplica es un compendio de sabiduría ancestral: “Si cree que porque soy una mujer empobrecida, porque me dan una casa presidencial, ya estoy viviendo sabroso, está muy equivocada, es parte del clasismo en este país si lo miras desde ese lugar… Ojalá hubiera podido seguir en mi Yolombó (vereda del municipio Suárez, en el departamento del Cauca), allá en mi comunidad. Ojalá hubiera podido seguir en mi territorio, tranquila, sembrando la tierra, trabajando con mi gente, con las mujeres, pero lo que hizo que hoy ocupara este lugar es la violencia sostenida que he tenido que vivir… Vivir sabroso es que pudiera vivir en mi propia casa, que tuviera las garantías de seguridad, sin la presencia de gente armada en la comunidad. Eso no es vivir bien y eso no es vivir sabroso”.

Francia es de la costa Pacífica, donde la ascendencia de la cultura africana en simbiosis con el dolor, la pobreza que llega a ser miseria, la vida bajo el terror de los grupos armados, hace simbiosis con el canto y el baile que no siempre significan alegría. Para ellos vivir bien es tener lo básico, a lo que casi nunca alcanzan; poder desarrollar su trabajo en paz, vivir en armonía con los vecinos en asociaciones solidarias; es decir, la vida en comunidad. Y festejar la vida.

Allí, como en la costa Caribe, donde el mestizaje ha dado con el pasar del tiempo una cultura festiva, desenfadada, también el término “vivir sabroso” significa ser menos trascendentales frente a la vida, tomarse menos en serio a sí mismos, que no pasa como pueden creer los originarios de otras culturas, por la holgazanería ni por el irrespeto. Violar las normas de convivencia, que no son las que fi jan los tecnócratas, impide a los demás “vivir sabroso”; no cumplir con el trabajo significa que quienes dependen de él tendrán una vida menos feliz.

Francia fue agricultora, trabajó la tierra tirando azadón apenas para la subsistencia, fue empleada doméstica -como esclava, ha dicho ella-, pasó hambres, tuvo que levantar sola a sus hijos y a pesar de eso estudió, aunque muchos días no tuviera para comer. Se encadenó para defender un río; organizó marchas desde su tierra hasta Cali para protestar contra la expoliación de una empresa trasnacional minera.

Quienes conozcan ese clima de 40 grados con una humedad de 80 y una llovizna pertinaz podrán medir las dificultades que eso conlleva y que no se superan sino con un gran temple.

¿Alguien así puede dar la idea de que va a “vivir sabroso” porque vaya a habitar una hermosa casa en la helada Bogotá, con una cultura tan ajena a la suya, soportando el desprecio abierto o soterrado de quienes se consideran blancos, o su condescendencia?. Y en el caso de Gustavo Petro, otro caribe luchador por la equidad, ¿su vida podrá dar la idea de que para él la molicie es el sentido del vivir sabroso? Repasemos someramente su vida.

Mejor estudiante en toda su carrera educativa; siendo aún adolescente dirigió la invasión de unos terrenos para la creación de un barrio para los más pobres de esa ciudad; la votación casi unánime por él ahí no es casualidad; es reconocimiento a su trabajo; con 20 años fue elegido personero municipal y luego concejal; en el M19, donde militó, se destacó en la actividad política: ahora han aparecido videos de él hablando como negociador de esa guerrilla y desde su desmovilización no ha dejado de trabajar un día por la paz; trabajó por la Asamblea Constituyente y cuando Ernesto Samper envió a miembros de las guerrillas desmovilizadas a cargos diplomáticos, aprovechó su estancia en Bruselas para continuar estudiando. En el Congreso de la República realizó debates de control político que no se oían en ese recinto desde hacía mucho tiempo, tal vez desde la época de Gaitán; las investigaciones de la parapolítica que desnudaron la connivencia de muchos políticos y llevó a varios de ellos a la cárcel, se hicieron gracias a sus denuncias. Como muchos de ellos eran cercanos al entonces presidente Álvaro Uribe, se ganó la inquina de él y de sus seguidores.

No es menos importante para ver el talante de Petro que cuando su partido de ese entonces, el Polo Democrático, defendía al corrupto alcalde de Bogotá Samuel Moreno Rojas por ser militante de sus fi las, lo denunció en el Congreso y sus argumentos fueron decisivos para llegar a su condena.

Se ha recorrido el país no sólo en sus ciudades sino en los pequeños municipios, corregimientos y veredas. Conoce la realidad colombiana no sólo por sus análisis académicos sino por vivencias propias. Creo que no ha tenido un día de descanso, a veces a costa de su salud.

Y, en medio de ese frenético ritmo de trabajo, lo hemos visto bailando con su esposa y con quien esté en las fi estas populares. También Francia ha bailado en las tarimas donde las chirimías, las tamboras, las flautas de millo y las bandas la premiaban por hacerles sentir que podían recuperar la esperanza.

Eso es “vivir sabroso”: luchar para que lo más amable de la vida alcance para todos. Precisamente esta semana la Jurisdicción Especial de Paz (JEP) adelantó la audiencia sobre secuestro contra las exFARC. En ella los miembros del Secretariado escucharon los reproches de sus víctimas que les exigieron verdad y reparación a cambio de su perdón. Para quienes hablan de impunidad en el proceso de paz, deberían oír lo que dijo “Timochenko”, el excomandante de esa extinta organización: “Con dolor profundo reconozco que en nombre de ideas revolucionarias las desaparecidas FARC-EP cometimos graves crímenes de guerra y lesa humanidad asociados a la privación de la libertad”, y reconoció que se habían cometido delitos de violencia sexual contra secuestrados.

Petro es un convencido del proceso de paz. Él mismo es un exguerrillero amnistiado por un proceso semejante que, sin embargo, no tuvo las exigencias de juicio y castigo del actual tal vez porque la guerra no había alcanzado los niveles de degradación que ha tenido la actual confrontación. La comunidad internacional y Human Rights Watch ya se pronunció satisfecha por las audiencias de la JEP.

Quienes quieren seguir sembrando el temor porque Colombia se va a volver como Venezuela deben mirar las propuestas de gabinete que ha ido dando Petro: todas integradas por hombres y mujeres con experiencia en la administración pública, con prestigio internacional, de sensatez reconocida.

Eso sí, quienes piensen que todo seguirá igual pueden desengañarse: será mejor y todos seremos beneficiados, pero todos debemos aportar más en el logro de un país más equitativo. Habrá beneficios y también mayor esfuerzo.

 

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