Contra todas las banderas o... contra ninguna

domingo, 17 de julio de 2022 · 13:15

En la década de los años 40 del pasado siglo, una entente fascista le declaró la guerra al mundo e intentó destruir el orden vigente formado por las democracias liberales establecidas en Europa y las Américas y el socialismo instalado en la Unión Soviética (el resto del mundo eran colonias).

En 1939 las hordas nazis, dotadas de un impresionante poderío militar, avanzaron sobre los países de Europa que cayeron como por efecto dominó. En mayo de 1940 capituló Francia, lo cual colocó a Inglaterra al alcance de la maquinaria militar nazi. Gran Bretaña se salvó porque Adolfo Hitler decidió invadir primero a la Unión Soviética que, en junio de 1941, en solitario, inició una colosal batalla.

Ello dio tiempo a que Estados Unidos, paralizado por cuatro leyes de neutralidad que obligaron a Franklin D. Roosevelt a maniobrar para evadir tales legislaciones y apoyar al Reino Unido, Unión Soviética y China para lo cual, en 1941 logró que el Congreso de su país aprobara la Ley de Préstamos y Arriendos.

De ese modo, Estados Unidos, que no podía vender armas y equipos a los beligerantes, pudo arrendarlas, cosa que hizo, con Inglaterra, Francia Libre y China y luego con la Unión Soviética, aportando suministros por más de 50 mil millones de dólares de la época. La insólita situación la destrabaron los fascistas cuando, el 7 de diciembre de 1941, Japón atacó a Pearl Harbor, precipitando la entrada de Estados Unidos en la guerra.

Antes, en agosto de 1941, Roosevelt y Winston Churchill suscribieron la Carta del Atlántico, en la cual se declaró que ambos países no procuraban conquistas territoriales, reivindicaban el derecho de los pueblos a elegir su propia forma de gobierno y descartaron la modificación de las fronteras. Ese contenido permitió que sirviera de plataforma para la estructuración de la coalición aliada formada por 26 países, incluida la Unión Soviética.

La participación soviética en la coalición aliada regida por una visión común y políticamente correcta del peligro que para la humanidad representaba el fascismo que funcionó eficazmente durante la guerra en vida de Roosevelt, no sobrevivió a la victoria lo que abrió paso a la Guerra Fría dominada por dos alianzas militares: la OTAN y el Tratado de Varsovia, formada una por doce países y otra por ocho, ambas con armas nucleares.

No obstante, nunca, ninguna coalición política mundial fue tan grande y económica y militarmente tan poderosa ni estuvo tan cohesionada como lo está hoy lo que de modo circunstancial se ha llamado “occidente colectivo” cuyo núcleo son los Estados Unidos + Europa (OTAN y Unión Europea) + los aliados de Estados Unidos en todo el mundo, entre otros Japón, Australia, Nueva Zelanda y Corea del Sur + otras decenas de países que por inercia se asocian a esa maquinaria.

Explotando circunstancias más o menos vigentes desde el fin de la II Guerra Mundial y las condiciones creadas por la desaparición de la Unión Soviética, Estados Unidos ha integrado a Europa y a su círculo de influencias a una guerra híbrida (militar y económica) contra Rusia que en solitario trata de resistir el asedio económico y libra una guerra, originalmente preventiva y luego definida como de apoyo la creación de dos estados independientes en el Dombass ucraniano.

Se trata de un conflicto puramente militar, sin apenas aristas políticas ni ideológicas, con dimensiones que eran difíciles de imaginar meses atrás, y caracterizada por la presencia de elementos primitivos, según se afirma nacionalistas y neo nazis, reivindicaciones territoriales, empleo masivo de armamento letal, modificación de fronteras y total desconocimiento de acuerdos históricamente relevantes como la Carta de la ONU que postula la solución pacífica de los diferendos.

A diferencia de otras, la guerra en Ucrania no se libra contra una ideología o un modelo político, tampoco es la confrontación de una corriente progresista contra otra reaccionaria ni un esfuerzo bélico a favor de las demandas de algún gobierno o los caprichos de un caudillo. La guerra en Europa no es contra todas las banderas, pero tampoco a favor de ninguna.

¿Por qué entonces se lucha y muere allí? ¿Por qué en lugar de trigo y girasoles para alimentar y embellecer al mundo, se siembran odios?