El riesgo de las expectativas maximalistas

domingo, 4 de diciembre de 2022 · 14:50

El triunfo del primer Gobierno de izquierda en Colombia trae consigo el deseo de alcanzar anhelos tantos años (toda la vida) postergados, que se corre el riesgo de pensar que todos ellos serán alcanzables en este periodo presidencial.

La ciudadanía, no solo quienes le dieron su voto, exige respuestas con expectativa cierta de cumplimiento. Pero, por más estudios y planeación que se haya hecho, el aterrizaje en la realidad puede ofrecer sorpresas, cuando no es la misma precipitación la que ocasiona las caídas.

Así, ofrecimientos de campaña y después del triunfo, hacían ver que como se privilegiaría la paz, la inversión del ministerio de Defensa no sería para comprar aviones de combate. Así lo dijo también el ministro del ramo. Pero ahora nos dicen que sí se comprarán los aviones y ya se están adelantando las negociaciones de compra.

Como éste es un Gobierno ambientalista y coherentemente el equipo ministerial participa de esa visión, tanto el Presidente como la ministra de Minas y Energía dijeron que se suspendería la exploración y explotación de petróleo y gas. La viceministra agregó que, si llegara a hacer falta gas, se le compraría a Venezuela. Saltaron inmediatamente las alarmas porque se atribuyó a esas declaraciones la caída de la acción de Ecopetrol, la petrolera estatal y empresa más grande del país, así como la subida del dólar. El dólar no sólo subió en Colombia y puede haber muchas razones para la caída de la acción, además de que el ministro de Hacienda, economista de centro, respetado nacional e internacionalmente, salió a decir que continuarían las exploraciones ya aprobadas, pero la oposición (y no sólo la oposición, también analistas progresistas) lo ha utilizado muy bien y el jueves pasado se desarrolló en el Congreso un debate de control político a la ministra, que puede terminar en moción de censura.

El martes pasado, dijo el Presidente que a las motos se les rebajaría a la mitad el impuesto anual, para al día siguiente tener que salir el ministro a decir que eso todavía está en estudio.

A Santa Marta, a cuya cabeza están un gobernador y una alcaldesa de izquierda, que padece un problema estructural de agua, el Presidente le prometió dos billones de pesos para el acueducto. El miércoles nos despertamos con la noticia de que eso sería imposible porque los recursos son insuficientes. Sin embargo, la semana pasada dijo que Colombia fabricaría aviones y hasta cohetes.

Muchas de esas cosas pueden atribuirse a problemas presupuestales, pero hay otros que ya son un llamado de atención a la esencia misma de este Gobierno. El presidente Gustavo Petro dijo en la campaña que en su periodo el servicio exterior sería profesional, integrado en su mayor parte por diplomáticos de carrera y no, como siempre, utilizado para pagar favores políticos. Ahora vemos que, salvo tres excepciones notables como las embajadas ante la ONU en Ginebra, la CIDH en Costa Rica y la OEA, tenemos lo mismo de siempre.

Agravado lo anterior por el nombramiento, recomendado por la Primera Dama, en la dirección del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) de una señora notablemente no idónea y en el ministerio de Transporte de un exmagistrado acusado reiteradamente de plagio documental, un serio problema ético, para pagar la cuota al Partido Conservador para lograr las mayorías en el Congreso. ¿Deberemos aceptarlo como pragmatismo necesario?.

Por si fuera poco, la impuntualidad o total inasistencia del Presidente a eventos importantes está ocasionando traumatismos que cada día tienden a agravarse. El último tuvo lugar el pasado miércoles, cuando debía posesionar al presidente de la Corte Constitucional y a una magistrada de la Corte Suprema. Cuando luego de dos horas de espera se hizo evidente que el Presidente no asistiría, el jefe del Departamento Administrativo de la Presidencia tuvo que realizar las posesiones y los magistrados salieron furiosos de Palacio quejándose de que eso era un irrespeto a la rama judicial del poder público.

Eso ocurrió después de haber dejado plantados a los militares en la ceremonia de reconocimiento de la cúpula militar, a 900 alcaldes del país, al Consejo de Ministros, no aparecer en la foto oficial de la Conferencia sobre Cambio Climático en Egipto por haber llegado tarde y luego dejar plantado al presidente francés Enmanuel Macron, no haberse encontrado con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, porque éste ya se había retirado cuando Petro llegó al desayuno que el mandatario norteamericano ofrecía. Y muchas, muchísimas veces más.

Hay muchas explicaciones para la impuntualidad y yo no quiero elegir ninguna, sino solamente señalar que está ocasionando serios problemas a lo que podría ser una de las mejores presidencias que este país haya tenido nunca y para la cual el Presidente se ha preparado toda su vida y cuenta de sobra con las cualidades requeridas.

En tres meses, este Gobierno restableció relaciones con Venezuela, inició negociaciones de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), hizo aprobar una reforma tributaria, está adelantando los diálogos regionales vinculantes con base en los cuales se hará el Plan Nacional de Desarrollo, renovó las cúpulas militares, suspendió bombardeos militares si antes no se comprueba que no hay población civil ni niños entre los objetivos, firmó acuerdo con Fedegan, la Federación de los Ganaderos que tantas veces han sido acusados de vínculos con los paramilitares para comprarles tierras para la reforma agraria, echando por tierra el infundio de que iba a expropiar hasta a los más humildes campesinos y vinculó al Presidente de esa organización a la delegación del Gobierno en los diálogos con el ELN.

Los lunares no son ni de lejos tan graves como los de gobiernos anteriores, pero en ninguno de ellos se habían depositado tantas esperanzas. Dibujamos un país tan hermoso que va a ser difícil hacerlo realidad.