Nord Stream. Arde el mar

domingo, 2 de octubre de 2022 · 15:17

Angela Merkel y Vladimir Putin crecieron políticamente en los entornos del Socialismo Real y se encontraron en la cima; ella como Canciller de Alemania reunificada y él como Presidente de la Rusia post soviética. Actuando con sentido del momento histórico, avanzaron en el diálogo político y la cooperación económica.

Entre los resultados de su identificación figuran los gasoductos Nord Stream 1 y 2 que creaban un encadenamiento económico capaz de ejercer como regulador del mercado energético mundial y pivote de la economía global. La obra conectaba los inmensos yacimientos de gas de Rusia con los mercados europeos. La cooperación económica iba camino de cambiar, para bien, la política mundial.

Merkel quiso hacer más y en 2008 objetó el ingreso de Ucrania en la OTAN, no porque tuviera nada contra aquel país, sino para, al menos, ralentizar el avance de la organización sobre las fronteras rusas, atendiendo a legítimos reclamos de seguridad. Evitar la expansión de la OTAN, no era entonces una concesión a Rusia, sino un aporte a la coexistencia pacífica y a la paz.

La lideresa alemana dejó la escena y Putin no supo o no pudo lidiar con las tensiones, cedió a la tentación de acudir a soluciones militares. Llegó la guerra y con ella se dispararon la rusofobia, los apetitos anexionistas, el separatismo, los reclamos territoriales y quizá, quién sabe si también las bombas atómicas.

Debido a la animadversión entre algunos países europeos y Rusia, los gasoductos fueron objeto de intensos debates políticos a lo cual se sumaron justificadas preocupaciones ecológicas.

Debido a intereses geopolíticos encaminados a obstaculizar el progreso económico de Rusia, neutralizar su influencia en Europa, así como por razones comerciales asociadas las ventas de su gas, Estados Unidos se opuso a los gasoductos y, al desatarse la guerra entre Rusia, Ucrania y la OTAN su posición se radicalizó llegándose a la imprudente afirmación del presidente Joe Biden quien el 7 de febrero, afirmó: “Si Rusia invade, si los tanques o las tropas cruzan la frontera ucraniana, entonces no habrá más Nord Stream 2”.

El 26 y 29 de septiembre en Nord Stream 1 y 2 se detectaron caídas de presión seguidas de fugas de gas. Inmediatamente, se sospechó que la guerra podía haber llegado al fondo del Mar Báltico e impactado a las infraestructuras ultramodernas que sufrieron daños que probablemente las inutilice para siempre.

Según creen destacadas personalidades europeas, entre ellos el presidente Putin, las primeras ministras de Dinamarca y Suecia, Mette Frederiksen y Magdalen a Andersson, Dan Jorgensen, ministro de energía, Robert Habeck, ministro de economía de Alemania, la canciller sueca Ann Linde y el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, las fracturas en las tuberías de los gasoductos fueron resultados de actos de sabotaje.

No obstante, ninguna de esas, ni las otras decenas de personas que se han referido al asunto han podido señalar un sospecho porque si grande es la ingeniería necesaria para crear la obra, grande son la maldad y los recursos para destruirla de un solo tajo mortal como parece haber ocurrido.

Para dañar los gasoductos sería preciso operar en aguas territoriales de dos países europeos y en territorio de la OTAN en tiempos de guerra, actuar contra un objetivo súper protegido por varios países, incluidas potencias con recurso espaciales y hacerlo de modo oculto, en mar abierto, a profundidades de entre 50 y 100 metros contra tuberías fabricadas con acero al carbono y al tungsteno, capaces de soportar enormes presiones e impactos, lo cual requiere de planes y recursos difícilmente alcanzables.

Descartado el uso de aviones con bombas de profundidad, así como submarinos que estarían excesivamente expuestos, quedan los buzos que pueden descender hasta esas profundidades y colocar cargas explosivas, así como el empleo de ROV (Re- motely Operated Vehicle) que son drones subacuáticos. Más imaginativo sería la introducción de cargas explosivas en las tuberías preparadas para estallar en un momento y lugar determinado, incluso especular sobre el empleo de satélites.

Me gustaría poder creer que se trata de un fatídico accidente y ruego que así sea. Otra cosa sería demasiado monstruosa y echaría toneladas de gasolina al fuego de la guerra que arde en Europa.

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