Trece días para Ucrania

domingo, 16 de octubre de 2022 · 14:47

Sesenta años atrás, en 1962, se desató la Crisis de los Misiles, la mayor y más peligrosa confrontación de la Guerra Fría que involucró a Cuba, Estados Unidos y la Unión Soviética y puso al mundo a un clic de la hecatombe nuclear.

El 14 de octubre del 1962 un avión espía de los Estados Unidos fotografió en Cuba obras para levantar rampas de lanzamientos de misiles nucleares. El 22, el presidente John F. Kennedy se dirigió al país, lo impuso de la situación, exigió a la Unión Soviética la retirada de los misiles y anunció el establecimiento del bloqueo naval a Cuba para impedir la llegada de suministros militares.

La Unión Soviética respondió reivindicando la legalidad y legitimidad de la acción y el derecho de la URSS y Cuba a utilizar tales armas para su defensa y continuó los trabajos y el despliegue de los misiles. En Cuba, Fidel Castro llamó al pueblo ¡A las Armas!, y decretó ¡Alarma de Combate! La Crisis de los Misiles había comenzado.

Por primera vez en la historia las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, incluida su cohetería estratégica fueron colocadas en DEFCON 2, una condición de defensa previa a las acciones combativas y el Comando Aéreo Estratégico en DEFCON 1, lo cual implicaba que los aviones estaban cargados con las bombas atómicas y los misiles, y algunos permanecían en el aire. Noventa buques fueron desplegados en torno a Cuba para detener 25 mercantes soviéticos en ruta hacia la Isla.

Las Fuerzas Armadas de la Unión Soviética y el Tratado de Varsovia y naturalmente sus tropas en Cuba, que se aproximaban a los 50 mil hombres, asumieron la completa disposición combativa. Nunca antes hubo tantos militares movilizados ni tanta técnica en posiciones de combate. La guerra mundial era inminente.

Mientras Kennedy y Nikita Jruzchov se esforzaban por bajar los humos a los halcones de ambas partes que creían poder sorprender y derrotar al adversario y eran partidarios de acciones militares inmediatas, emprendieron un intenso quehacer diplomático. En Washington, Moscú y Nueva York, sede de la ONU, los embajadores de Estados Unidos, la Unión Soviética y Cuba, Adlai Stevenson, Valerian Zorin y Mario García Inchaústegui, desplegaron todas sus capacidades.

En esas gestiones se destacó Robert Kennedy, fiscal general de los Estados Unidos y hermano de JFK, quien se implicó en las gestiones de mayor calado. Según cuentan, en un momento decisivo, cuando partía a entrevistarse con el embajador soviético, el Presidente le recomendó: “Presiona a Jruschov al límite, pero no lo lleves ni un metro más atrás de donde debe estar que se vuelve muy peligroso...”.

Trece días después, gracias a la intensa actividad diplomática y política, a la sensatez y sentido de la responsabilidad histórica y los instintos de supervivencia, el peligro fue conjurado. Los militares se replegaron, se enfundaron los cañones y el mundo respiró aliviado. Las soluciones basadas en rectificaciones y compromisos no complacieron plenamente a los protagonistas, pero fueron suficientemente rentables como para que cada uno de los pueblos implicados ganara algo y todos los estadistas implicados se beneficiaron. La paz prevaleció y hasta ahora no se había reiterado el peligro de un conflicto nuclear.

Trece días bastaron entonces para que la Unión Soviética y los Estados Unidos dieran pasos al encuentro y ofrecieran chances a la paz. Es lo que se necesita hoy. Voluntad política para retomar las sendas del diálogo y la colaboración, otra vez los protagonistas son Rusia y Estados Unidos, y una vez más, solo hay que parar y retroceder, todos a la vez. No habrá humillación y todos serán ganadores. En nombre de la humanidad: ¡Háganlo! Bienaventurados los pacifistas que serán ganadores.