Geopolítica de la distancia

viernes, 21 de enero de 2022 · 14:48

De todas las potencias, Estados Unidos es la más protegida por estar detrás de las barreras naturales de los océanos Atlántico, Pacifico y Ártico. Aunque esa invulnerabilidad cesó con la aparición de los misiles intercontinentales y los submarinos nucleares, las distancias se mantuvieron. Los ejércitos de Estados Unidos y Rusia nunca se han enfrentado porque están demasiado lejos y porque sus intereses económicos, políticos y comerciales nunca han colisionado. Paradójicamente en las dos guerras mundiales, ambas potencias estuvieron en el mismo bando, en las dos ocasiones contra Alemania.

En la primera conflagración la alianza no pudo hacerse efectiva porque Estados Unidos se involucró en la Guerra Mundial en 1917, el mismo año que, debido a la Revolución Bolchevique, Rusia salió del conflicto al pactar con Alemania una paz separada, conocida con la “Paz de Brest-Litovsk. En la Segunda, gracias a la consecuencia política de Roosevelt y Stalin, la alianza fue fecunda y decisiva. Exceptuando su lucha de liberación contra Inglaterra, la primera y única guerra europea librada por Estados Unidos “mutuo proprio”, es decir por sus propias razones, fue la declarada a España en 1898, motivada por el interés por Cuba, mientras las incursiones en las guerras mundiales y otros conflictos se derivaron de alianzas o preocupaciones globales. 

Incluso la Guerra Fría asociada a la intención de contrarrestar la expansión del comunismo, tuvo motivaciones ideológicas que aludían tangencialmente a los Estados Unidos donde el movimiento comunista apenas tuvo alguna presencia. Ello sin contar que la asimilación de Europa Oriental como zona de influencia soviética no fue impuesta, sino pactada entre la URSS, Estados Unidos y Gran Bretaña.

Oficialmente, la Guerra de Corea fue una confrontación entre Corea del Norte y del Sur, esta última apoyada por la “Fuerza de Paz de la ONU”, una “Coalición aliada” integrada por 20 países. Aunque en realidad se trató de un enfrentamiento entre Estados Unidos, China y Corea del Norte, este se realizó por “persona interpuesta”. En realidad, ninguno de los tres países, en calidad de estado, fue oficialmente beligerante. 

Estados Unidos no reaccionó con aspavientos en 1956 cuando Jruzchov lanzó las tropas soviéticas contra Hungría, tampoco lo hizo cuando Brezhnev involucró al Pacto de Varsovia en Checoslovaquia para liquidar la “Primavera de Praga” ni cuando invadió Afganistán. Esa actitud se debió a que no se trata de áreas de influencia o en la cuales Estados Unidos estuviera obligado por algún acuerdo o compromiso, tampoco lo hizo recientemente cuando Rusia realizó la abducción de Crimea. En cambio, en 1962, ante el emplazamiento de armas nucleares en Cuba, reaccionó de modo intransigente, comprometiendo todas sus capacidades militares, aludiendo riesgos para su seguridad, por cierto, exactamente lo mismo que ahora hace Rusia, la cual carece de otros argumentos para inmiscuirse en con quién se alía cada país de Europa.

Las analogías de la situación actual con algunas situaciones mencionadas, explican la ambigüedad de algunos países por ejemplos Francia cuyo presidente Emmanuel Macron acaba de llamar, una vez más al “Diálogo con Rusia”, mientras Biden cantinflea al especular con que Rusia puede atacar a Ucrania, aunque “no con una invasión sino, con una incursión menor”. Según sus palabras no hay en la OTAN unanimidad respecto a cómo responder ante una acción u otra. “No estoy tan seguro, añadió Biden, de que él (Putin) esté seguro de lo que va a hacer. Supongo que se moverá. Tiene que hacer algo... Está tratando de encontrar su lugar en el mundo entre China y Occidente”.

Biden vacila, entre otras cosas porque, Rusia no es la Unión Soviética ni representa un desafío al sistema occidental, mientras él no se considera “lord protector” de Ucrania y actúa con la cautela de quien no quiere asistir a la base Andrew a recibir ataúdes ni a Arlington a dar sepultura a cientos de jóvenes estadounidenses. Tampoco Putin desea tal cosa para los suyos. Los rusos conocen la guerra, otros la han visto en películas y noticieros, pero ninguno la quiere. Tal vez la Casa Blanca y el Kremlin no estén de acuerdo, pero los pueblos de Rusia, Estados Unidos y Ucrania si lo están: No quieren guerra. Allá nos vemos.

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