Apuntes sobre atentados en Kabul

domingo, 29 de agosto de 2021 · 10:48

En 2017, Estados Unidos lanzó la Madre de Todas las Bombas (MOAB) en Afganistán. El blanco era “ISIS”, se anunciaba. En realidad, se trataba de una operación específicamente en contra de la filial afgana de ISIS que en ese entonces controlaba una porción del territorio afgano. Esa misma filial es la responsable de los atentados cometidos afuera del aeropuerto de Kabul que dejaron decenas de civiles muertos y heridos, además de provocar varias bajas entre militares estadounidenses. Van unos apuntes al respecto:

1. En 2014, en el pico de sus mayores ofensivas, ISIS envía representantes a Afganistán y Pakistán, los cuales convencen a grupos de talibanes para unirse a la causa del califato que recién se había instaurado. Así, en 2015, se establece la “Provincia Oriental del Estado Islámico” (Wilayat Khorasan, o ISIS-K) formada y dirigida por exmiembros del grupo paquistaní Tahrik-i-Taliban, y por talibanes afganos. Las estimaciones de su tamaño varían de entre algunos cientos hasta 2000 miembros. No obstante, al operar bajo el paraguas de ISIS, el posicionamiento mediático de sus atentados contra civiles y de sus ataques contra las fuerzas de EU y la OTAN era enorme.

2. De ahí que justo esa filial de ISIS fue combatida con ferocidad, tanto por Washington, como por parte del ejército afgano. Aún así, los atentados cometidos por esta agrupación continuaron.

3. Ahora bien, dicha filial afgana de ISIS compite con y combate contra los talibanes. Así, su objetivo al cometer los atentados del jueves es múltiple. Primero, a nivel global, mantiene el nombre de ISIS vigente y relevante. Segundo, a nivel local, y más allá de las siempre lamentables víctimas de los ataques, esa agrupación consigue seguir aterrorizando a la población afgana. Tercero, golpear la estabilidad que los talibanes buscan proyectar tras su toma del país.

4. Algunas consecuencias: (a) muy probablemente la evacuación de estadounidenses y sus aliados ahora será más lenta y podría prolongarse más allá del 31 de agosto; (b) ello podría dañar la relativa cooperación que hasta ahora los talibanes han exhibido para la evacuación, y podría suscitar combates renovados; (c) si a esto sumamos que Biden ha prometido represalias contra ISIS-K, se podrían provocar nuevas espirales de violencia.

5. Hay también un cálculo mayor en términos de lo que sucederá con la actividad terrorista en Afganistán tras la victoria talibana y tras estos últimos atentados. En teoría, dado que son los talibanes quienes ahora están a cargo del país, podríamos esperar que su terrorismo disminuya. Como vemos, sin embargo, lo ocurrido en el aeropuerto de Kabul es apenas una muestra de la disposición de ISIS-K a seguir empleando esa clase de violencia tanto como le sea posible en la persecución de sus objetivos locales o globales. Y está lo que pueda hacer Al Qaeda, ahora que los talibanes sus aliados controlan el país.

6. Por último, hay que considerar lo que los atentados del jueves añaden a las consecuencias políticas que Biden está teniendo que asumir por sus decisiones, por su calendario de retiro y por su implementación del repliegue a nivel táctico. Lo del jueves consuma una de las peores pesadillas que el presidente tendrá que enfrentar.

Con todo, EU, tarde o temprano se marchará. Lo que deja en Afganistán, no obstante, merece una enorme reflexión que tendremos que seguir haciendo por siempre. Y aunque Biden y los presidentes que le precedieron sigan diciendo que “el objetivo de evitar atentados terroristas contra EU por parte de organizaciones transnacionales ha sido conseguido”, la sociedad afgana sigue siendo víctima, todos los días, de la forma como la superpotencia decidió perseguir ese objetivo.