Para México, un hispano con sombrero vaquero

miércoles, 16 de junio de 2021 · 09:14

Para México, un hispano con sombrero vaquero

Ken Salazar se perfila como el próximo embajador de Estados Unidos en México. “Sí, ya dimos el beneplácito”, me dijo Marcelo Ebrard la semana pasada, poniendo fin a las versiones sobre el nombramiento del ex senador de Colorado. No recordó la fecha exacta de la solicitud presentada por Washington. La Casa Blanca aun no ha hecho oficial el nombramiento, que requiere la ratificación del Senado, pero es cuestión de tiempo.

Biden y Salazar son buenos amigos. Juntos cavilaron en el Senado a mediados de los 2000. Si, como dicen, el emisario es el mensaje, la selección de Salazar significa que Biden quiere estar cerca de los temas mexicanos, con un confidente, de su entera confianza, en el terreno, con acceso a la Oficina Oval. También que, dado el perfil de Salazar de ferviente defensor del medio ambiente, el combate al cambio climático y la promoción de las energías limpias estarán en el centro de la agenda bilateral. Con todo, el gran reto será la migración y la violencia, temas que no desconoce. En los noventa fue procurador de su estado natal, Colorado.

Pese a su no trayectoria diplomática, será un enorme plus llegar a México con el sello de aprobación de Biden, a diferencia de su antecesor Christopher Landau, quien apenas conocía al presidente que representó.

“Envía el mensaje de que Biden está mandando a políticos cercanos a él y que pueden levantar el teléfono y comunicarse con él”, me dijo Arturo Sarukhan, quien se considera amigo de Salazar con quien trabajó de cerca cuando este fue funcionario estatal, senador y luego secretario del Interior de Obama.

El embajador de carrera retirado, quien fue titular de la Embajada de México en Washington en el sexenio de Calderón, añadió que Salazar no es ningún experto en México como tal, pero conoce muy de cerca temas clave de la relación como agua transfronteriza, medio ambiente y sustentabilidad fronteriza, energía, renovables y migración. “Es un tipo callado, no protagónico, quizá hasta introvertido en público, pero con un gran olfato político”.

Christopher Sabatini, investigador sénior sobre Latinoamérica en Chatham House, coincidió. “Es una selección alentadora. Tener a un embajador con buenos contactos en el Congreso y de un estado con fuertes lazos personales y comerciales cubre muchos de los temas en la relación bilateral”.

Conocí a Salazar cuando recibió a un pequeño grupo de periodistas en sus oficinas en el Capitolio. De entrada, aclaró que era descendiente directo de españoles no de mexicanos. Sus ancestros, explicó, se establecieron en lo que era la Nueva España tras la Conquista, mucho antes de que parte del disputado territorio fuera de México y después de Estados Unidos. Doce generaciones de ascendientes de españoles lo anteceden. Por lo tanto, subrayó, sus antepasados no vinieron a Estados Unidos, sino que Estados Unidos vino a ellos.

Con todo, Salazar es considerado en el mundo político como mexicoamericano. De niño, dijo, lo tildaban de “mexicano cochino” en el colegio. Sus cargos públicos han servido para llenar la cuota hispana en el gabinete de Obama y en el Senado. Habla español y, como referente de su procedencia, usa sombrero vaquero.

Es abogado de profesión. Tiene 66 años. Cuando dejó el servicio público en 2013, se incorporó al buró jurídico internacional Wilmer Hale. En las pasadas elecciones presidenciales, fue copresidente del Comité Liderazgo Latino de la campaña de Biden

“Joe Biden entiende que la comunidad latina es clave para nuestra democracia y la futura prosperidad de EEUU”, dijo entonces Salazar. “Es un orgullo para nosotros respaldarlo para poner fin a la embestida de la Administración Trump contra 60 millones de latinos en todo el país” (Colorado Politics 14/04/2021).

Como titular del Interior de Obama, Salazar se entrevistó con Felipe Calderón en agosto y diciembre de 2010. De acuerdo con cables confidenciales de la Embajada, Calderón presionó para que las negociaciones sobre hidrocarburos en la Dona de Hoyo en el Golfo de México derivaran en un “tratado” transfronterizo y concluyeran antes de las elecciones presidenciales mexicanas de 2012. “Calderón tiene claro que un acuerdo ejecutivo no será suficiente y será rechazado por el Senado mexicano”, informó a Washington el entonces embajador Carlos Pascual.

“Las discusiones del Secretario Salazar con sus interlocutores del Gobierno de México, incluido al Presidente Calderón, suscitaron muy buena voluntad y establecieron algunas metas ambiciosas. El español fluido y la destreza política del Secretario Salazar fueron apreciados por sus contrapartes mexicanas. Convinieron trabajar con nosotros sobre los temas discutidos”, reportó Pascual (Secretary of Interior Salazar visit to Mexico, 05/01/2011).

Calderón perdió. No hubo tratado sino acuerdo. Fue aprobado en 2012 por el Congreso de EEUU. Sentó las bases generales para la cooperación en la exploración y explotación compartida de bastas reservas de petróleo y gas natural en el Golfo México. Sigue vigente.

De ser ratificado por el Senado, lo que puede darse antes de terminar el verano, Salazar será el quinto embajador estadounidense en México con sangre hispana. Lo anteceden Julián Nava (hijo de inmigrantes mexicanos), John Gavin (de madre sonorense), Tony Garza (nieto de inmigrantes mexicanos), y Carlos Pascual (nacido en Cuba).

La relación con México es una de las más desafiantes y complejas en el mundo. De eso dan testimonio los doce embajadores estadounidenses en México que entrevisté para mi libro (Así Nos Ven, Planeta, 2013). Salazar pronto se dará cuenta. Tomará las riendas de la diplomacia de su país en momentos en que la administración Biden se esfuerza en obtener la colaboración del gobierno de Andrés Manuel López Obrador en temas prioritarios para su agenda como migración y tráfico de estupefacientes. AMLO hubiera preferido el trato de subordinación, con “respeto”, que recibió de Donald Trump. El nuevo gobierno en Washington ha tenido que tejer fino para regresar al entendido tácito de apostar por la convivencia, maximizar coincidencias, minimizar diferencias y evitar que discrepancias en un tema contaminen el resto de la agenda. El reset no ha sido fácil.

 

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