Ciencias Sociales e innovación social

miércoles, 5 de mayo de 2021 · 10:36

Excepto la inspiración y algunos preceptos, el modelo socialista instaurado por los bolcheviques en Rusia y, por intermedio de la III Internacional incorporado como núcleo ideológico del movimiento comunista internacional y luego exportado Europa Oriental, China, Vietnam y Cuba, tiene más del enfoque político de Lenin que de los preceptos teóricos de Marx.

Cuando en los años treinta del pasado siglo como parte del empeño por establecer la homogeneidad ideológica y teórica característica del período estalinista, se acuñó la fórmula marxismo-leninismo, desapareció la diferencia y la identidad de ambos enfoques se vio comprometida.

En los textos de madurez de Marx se expone la tesis de que al socialismo se llegaría por vía el desarrollo de las fuerzas productivas, es decir del progreso, mediante procesos que tendrían lugar, de modos más o menos graduales y simultáneos en los países más avanzados. De cierta manera algo análogo a lo ocurrido en la transición del feudalismo al capitalismo en Europa.

En sentido estricto, Marx no percibió la revolución proletaria como fruto del voluntarismo de iluminados líderes o eficaces organizaciones, ni como hechos aislados asociados a contingencias locales, tampoco de conspiraciones ni de coyunturas. Para él, el socialismo es una categoría histórica, una nueva formación social que, llegado el momento, sustituiría al capitalismo ocupando el espacio de toda una época. En esencia Marx avizoró no un país revolucionario, sino una época de revolución social.

El fundador del socialismo científico, no auspició conspiraciones y lo hubiera aterrado pensar que el camino que conduce a esa nueva época histórica, pasaría por una aniquiladora guerra civil que dividiría a las gentes y arruinaría la economía. En su credo, el proceso pasaría por un período de transición en el cual las relaciones sociales asumirían contenido socialista. El término “construcción del socialismo” no es de su autoría.

Marx no era un político profesional, tampoco un líder nacional ni un patriota, no estaba comprometido con un país o un partido. Fue un investigador que descubrió verdades y las expuso. El marxismo es un producto cultural que, dado sus revelaciones, su certidumbre y la coyuntura histórica devino herramienta revolucionaria. Che Guevara caló en esa conexión al asumir que un revolucionario o pensador social, debe ser marxista con la misma naturalidad con que los físicos son einstenianos y los biólogos pasteurianos

Lenin, Trotski, Bujarin, la vanguardia bolchevique y luego Stalin, reinterpretaron el pensamiento de Marx convirtiéndolo de metodológico a utilitario y adaptándolo a otros ritmos, plazos más breves, espacios nacionales y a perspectivas construidas desde la marcha. El resultado fue una exaltación dogmática de la experiencia soviética que impidió cualquier reforma. Cuando a mediados de los años ochenta, con Gorbachov se abrieron espacios, era tarde y el daño estaba hecho.

A la altura del siglo XXI, casi doscientos años después del debut de Karl Marx,  más de un siglo posterior al triunfo bolchevique y transcurrido casi 40 años del colapso de aquella experiencia, han sido tantas las interpretaciones, falsificaciones, traducciones,  y manipulaciones asociadas al pensamiento y a la obra de Marx y de Lenin  que resulta prácticamente imposible saber qué pensaban sobre cada asunto y cuáles hubieran sido sus pasos de haber tenido la oportunidad de ejecutarlos sin la presión de circunstancias que, especialmente a Lenin los dejaban sin alternativas. 

En Cuba hoy donde opera la paradoja de una transformación social gigantesca  y de una actividad teórica en materia de ciencias sociales y políticas mínima, la renovación en el Partido, ahora encabezado por Miguel Diaz-Canel quien ha probado tener conciencia de la importancia de la ciencia y de la actividad teórica, unido a la reconocida necesidad de introducir reformas sistémicas, y el hecho de que la renovación haya alcanzado la llamada esfera ideológica del Partido, abre magníficas oportunidades. Hay necesidad, capital humano, instituciones de investigación y docencia ¿Qué falta? Luego les cuento.

Por Jorge Gómez Barata

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