Con vacunas no basta

jueves, 4 de marzo de 2021 · 11:21

Los pobres son favorecidos por las estadísticas que con frecuencia los cuentan varias veces. Casi nunca se repara en que, quienes padecen hambre, son analfabetos, carecen de servicios de salud, no disponen de agua potable ni de productos de higiene, no tienen acceso a viviendas, visten con harapos y van descalzos, son las mismas personas. Ellos, los más pobres, tampoco serán oportunamente vacunados contra la COVID 19.     

Un informe de la OMS reveló que, en 2016 setenta y seis países tenían un médico por cada 1.000 habitantes, cincuenta naciones no llegaban a uno por mil y 87 países contaban con menos de tres trabajadores de enfermería por igual número de habitantes. Obviamente donde hay pocos médicos y enfermeros, o no hay ninguno, tampoco existen infraestructuras sanitarias, es decir hospitales, policlínicas, consultorios y ni siquiera humildes postas médicas.

Los países y regiones, que carecen de aquellas bienhechurías de la civilización, especialmente los que pueblan los arrabales de las grandes urbes tercermundistas, así como las zonas rurales o escasamente urbanizadas, tampoco tienen apropiados niveles de electrificación, carecen de carreteras y caminos y, hablar de “cadenas de frio” para conservar medicamentos es una burla. Los pobres son integralmente pobres.

Estas situaciones no son excepcionales ni se refieren exclusivamente a remotas comarcas africanas. Se trata de 2.000 millones de pobres, gente que padece hambre y que pueblan el África Subsahariana, pero también regiones asiáticas y de América Latina. Los proyectos de “hambre cero” y el plan para importar personal de salud “Más médicos”, no fueron desplegados en el inhóspito zahel.

Los países pobres no lo son por adversidades naturales, y aunque influyen decisivamente, todo no se puede achacar sólo al saqueo de las metrópolis, a la trata de esclavos y a las deformaciones estructurales introducidas por la colonización, ni siquiera a la explotación imperialista. En la combinación de circunstancias adversas, los aportes nacionales, no deben ser subestimados.

Ningún país europeo es naturalmente más rico que Brasil, Argentina, México, Colombia y Venezuela, no existen más recursos naturales en Holanda que en Paraguay o Guatemala y no hay nada sobrenatural que diferencie a Costa Rica de Honduras. Las prácticas políticas apropiadas, la administración aceptablemente eficaz y los límites a la corrupción hacen la diferencia.

En las condiciones de pobreza extrema y de abandono gubernamental, aun cuando mediante donaciones se obtengan suficientes vacunas para inmunizar al grueso de la población contra la COVID 19, será excepcionalmente difícil estructurar y llevar a cabo con éxito campañas nacionales de vacunación.

Ante la gravedad de la situación Cuba ha enviado contingentes médicos a más de 50 países para ayudar a enfrentar la emergencia. ¿Quién más lo ha hecho? En el supuesto que el mecanismo de COVAX pueda suministrar a tiempo las vacunas: ¿Quién ayudará a Centroamérica a aplicarlas? Y qué harán sus gobiernos para que, dentro de 100 años, cuando ocurra el próximo azote, no los encuentren en las situaciones de vulnerabilidad que hoy condenan a esos pueblos.  

Una vez más insisto en la necesidad de apelar a las soluciones nacionales, la primera deshacerse de las camarillas locales y de los demagogos incompetentes que, paradójicamente, una y otra vez son electos. Debido a que no pueden ser pasados por las armas, deberían ser pasados por las urnas. Cada elección es una oportunidad. No dejemos que sean oportunidades perdidas.  Allá nos vemos.

Por Jorge Gómez Barata