Guerras y guerreros

jueves, 16 de diciembre de 2021 · 14:17

Los “millennials”, menores de 40 años, que no vivieron las tensiones de la Guerra Fría y son contemporáneos con Internet, temen a las guerras, y no quisieran ser parte de ninguna. No obstante, con ellos cuentan la OTAN, Rusia, Ucrania y Estados Unidos para pelear sus conflictos, sin percatarse de que los militares de hoy, ideológica y culturalmente están lejos del perfil de los héroes que, en Stalingrado y Guadalcanal, cargaban contra bastiones fascistas.

Las guerras son aberraciones civilizatorias que la humanidad nunca necesitó. Las de conquista justificaron las de liberación y en algunas sociedades, la intensidad de las contradicciones condujo a contiendas civiles. 

En Europa, donde la civilización y la cultura alcanzaron altas cumbres, las guerras fueron el recurso por excelencia para la política, mientras en el Nuevo Mundo, los Estados Unidos, vanguardia en la lucha por la independencia, y el fenómeno geopolítico más trascendental de la Era moderna, es el país que más guerras ha generado.

La II conflagración mundial fue para la Unión Soviética una guerra patriótica y para Estados Unidos y Gran Bretaña una contienda librada por combatientes ideológicamente motivados. No sucedió lo mismo con las guerras de Vietnam, Irak y Afganistán y probablemente no ocurrirá con ninguna de las que ahora pueda estarse incubando, especialmente con la que se gesta entre Rusia y Ucrania.

Aunque durante la II Guerra Mundial, tanto en los Estados Unidos como en la URSS existía el servicio militar obligatorio; no obstante, miles de personas de todas las categorías sociales y de varias naciones, se ofrecieron como combatientes. Entre ellos hubo países que voluntariamente comprometieron tropas, varios de América Latina. Brasil combatió en Europa, México lo hizo en el Pacífico y Cuba, que con sus buques participó en el abastecimiento de níquel y azúcar a Estados Unidos, ofreció sus cazasubmarinos para proteger a los mercantes en las rutas del Golfo de México y Guantánamo-Nueva York.

Pocas veces se recuerda que el soldado estadounidense más condecorado en la II Guerra Mundial, fue un voluntario, el actor Audie Murphy que, a pesar de ser exonerado del servicio militar, se alistó voluntariamente, y durante tres años participó en más de 300 acciones combativas, fue herido en tres oportunidades y recibió la Medalla de Honor del Congreso y otras 37 condecoraciones de tres países.

Otras celebridades presentes en los campos de batalla fueron Clint Eastwood, Tom Selleck, Chuck Norris y más de 500 jugadores de las Grandes Ligas de béisbol, 34 de ellos, miembros del Salón de la Fama entre los cuales sobresalió Yogui Berra que participó en el desembarco el “Día D” en Normandía.

Si bien, debido a la inmensidad de la amenaza que para la humanidad representó el fascismo, la guerra Patria en la Unión Soviética, y las batallas libradas por Estados Unidos y Gran Bretaña en los teatros de operaciones de Europa Occidental, el océano Pacífico y África del Norte, motivaron el heroísmo individual y colectivo de la juventud y los pueblos. Probablemente, del romántico heroísmo de entonces, queda muy poco.

Los padres y las viudas que entonces lloraron la pérdida de seres queridos, eran consolados por la convicción de saber héroes a sus deudos, hoy rumian sufridos las pérdidas inútiles. Las cargas heroicas por la República española, la viril defensa de Moscú y el avance sobre el Berlín fascista, no serán emulados por ofensivas sobre Kiev o Varsovia. La guerra fue siempre una estupidez ahora, además, es un crimen.

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