Mega ajustes y procesos locales

martes, 19 de octubre de 2021 · 10:16

La era moderna comenzó con la conquista de América que, de un golpe, sin transición, conectó al Nuevo Mundo con las corrientes civilizatorias más avanzadas, creando el mercado mundial de bienes y mano de obra y, andando el tiempo, dio lugar al surgimiento de unos 30 Estados, entre ellos los Estados Unidos, el fenómeno geopolítico más singular de esa era.

Otros eventos globales han motivado grandes ajustes, aprovechados por algunos países y que para otros han sido oportunidades perdidas. Así ocurrió con la derrota del fascismo que sirvió a los vencedores para rediseñar el mundo de postguerra. La alianza entre Estados Unidos, la Unión Soviética y Gran Bretaña permitió un concordato estratégico elaborado mediante intensas negociaciones que incluyeron: la Carta del Atlántico y las conferencias de El Cairo, Teherán, Yalta, Potsdam y San Francisco, lideradas por Roosevelt, Stalin y Churchill.

Para las potencias occidentales ganadoras, (Estados Unidos y Gran Bretaña) se trataba de restablecer el predominio de la democracia liberal y la economía de mercado que existió en Europa antes de la guerra, mientras que, para la Unión Soviética significaba la difícil construcción del Campo Socialista un mega proyecto y una proeza histórica y que, debido a errores en la concepción y defectos de realización, terminó en el mayor desastre geopolítico de la era moderna.

Estados Unidos, sobrado de poder y recursos, asumió un liderazgo casi mundial para lo cual utilizó la “mayoría mecánica en la ONU” y el Plan Marshall y las instituciones de Bretton-Woods, proyectos de los cuales, la Unión Soviética se autoexcluyó. La Guerra Fría calentó las tablas. 

En los arreglos estratégicos entre los grandes, hubo dos escenarios no calculados, uno fue la descolonización afroasiática y el otro la Revolución Cubana. En la descolonización afroasiática, la Unión Soviética se llevó la arrancada, entre otras cosas porque los líderes que la condujeron se habían formado políticamente en Europa donde adoptaron posiciones próximas a la izquierda socialdemócrata.

No obstante, tras un período de intensa confrontación, Occidente prevaleció, entre otras cosas por una flexibilidad política que le permitió convivir con el panafricanismo, el no alineamiento y otros elementos de la ideología tercermundista, no hostiles al capitalismo.

Respecto a la Revolución Cubana, la reacción del imperialismo americano fue categórica: un gobierno comunista, aliado de la Unión Soviética en América Latina era inaceptable, de ahí una reacción sostenida por 60 años que pasa por el bloqueo total, la expulsión de la Isla de la OEA y la ruptura de relaciones de todos los países con ella, con la excepción de México, la invasión por bahía de Cochinos, la Crisis de los Misiles y una hostilidad sostenida a capa y espada.

Errores de cálculo impidieron a Estados Unidos percatarse del alcance y la eficacia de la respuesta cubana que, aprovechando el respaldo soviético que protegía su retaguardia, llegó a poner en peligro su hegemonía en América Latina. Recientemente el presidente Barack Obama reconoció que, al intentar aislar a Cuba, los aislados fueron los Estados Unidos. Ningún adversario del imperialismo, ni todos juntos lograron nunca semejante resultado.

Tras 70 años de intensa confrontación entre el socialismo y el capitalismo, a fines de los años ochenta se manifestó una convergencia decisiva. La dirección encabezada por Mijaíl Gorbachov adquirió conciencia de la crisis sistémica y estructural total que afectaba a URSS y se propuso rectificar, mientras que, en Occidente, Ronald Reagan, Margaret Thatcher y el Papa Karol Wojtyla se percataron de que tal situación hacía vulnerable a la Unión Soviética, asumiendo que el socialismo podía ser revertido.

Aquella crisis provocó el mayor ajuste geopolítico desde la conquista de América. Una decena de países abandonaron el socialismo y restablecieron el capitalismo, cosa que también hizo la Unión Soviética en cuyo inmenso territorio se formaron más de 20 nuevos Estados que adoptaron modelos locales de democracia liberal y economía de mercado.      

El sistema político y el modelo económico generado por la Unión Soviética, sobrevivió en China y Vietnam gracias a decisivas reformas y se sostuvo en Cuba mediante una resistencia calificada de “numantina”. No obstante, como hoy se reconoce, resistir no es un programa permanente y es preciso retomar la senda del desarrollo y, consciente de que sola no puede, la Isla deberá encontrar fórmulas para conectarse con la economía global, cosa que Estados Unidos trata de impedir a todo costo. 

¿Cómo hacerlo? Es una pregunta cuya respuesta no será indolora y en cuya búsqueda, tal vez las capacidades desarrolladas por las Ciencias Sociales en la Isla tengan algo que decir. ¿Se les ha preguntado?

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