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Por Israel Olguín
1 de oct. de 2024
3 min
Escrito por Israel Olguín
El 2 de octubre de 1968, en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, Ciudad de México, ocurrió una de las tragedias más recordadas de la historia moderna de México: la masacre de estudiantes. Este evento marcó un punto de inflexión en la relación entre el Estado mexicano y la sociedad civil, exponiendo la brutalidad de la represión gubernamental contra un movimiento estudiantil que pedía reformas políticas y sociales.
El movimiento estudiantil de 1968 en México fue parte de un contexto global de luchas sociales. Inspirado por movimientos similares en otros países, el movimiento mexicano exigía el fin de la represión y reformas democráticas.
Entre las principales demandas de los estudiantes estaban la derogación del artículo 145 del Código Penal, que permitía procesar a los disidentes políticos, la disolución del Cuerpo de Granaderos, la liberación de presos políticos y el respeto a la autonomía universitaria.
El movimiento se organizó a través del Consejo General de Huelga (CGH), que representaba a diversas instituciones educativas del país, como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN).
A lo largo de ese año, se realizaron numerosas manifestaciones en la Ciudad de México, exigiendo al gobierno un diálogo abierto y la solución pacífica de las demandas.
El gobierno de Gustavo Díaz Ordaz veía al movimiento estudiantil como una amenaza para la estabilidad política y social del país. En un contexto de creciente tensión, con los Juegos Olímpicos de 1968 a punto de celebrarse en la Ciudad de México, Díaz Ordaz optó por una política de represión.
El 1 de septiembre de ese año, en su informe presidencial, dejó clara su postura, manifestando que estaba dispuesto a utilizar todos los recursos del Estado para restablecer el orden.
El 18 de septiembre de 1968, el ejército ocupó la UNAM, un evento que generó una respuesta masiva de estudiantes, profesores y simpatizantes que continuaron manifestándose pacíficamente. Sin embargo, la tensión entre el movimiento y el gobierno seguía creciendo.
El 2 de octubre, el Consejo General de Huelga convocó a una manifestación pacífica en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco. A la concentración asistieron miles de personas, entre estudiantes, profesores, trabajadores y familias. Al caer la tarde, el ejército y el Batallón Olimpia, un grupo militar especial, rodearon la plaza.
Poco antes de las 6 de la tarde, comenzaron los disparos. Testigos y sobrevivientes del evento relatan cómo, de manera coordinada, las fuerzas militares abrieron fuego contra la multitud. El caos se apoderó de la plaza mientras los manifestantes intentaban huir. El ejército bloqueó las salidas, lo que provocó un alto número de víctimas.
Aunque las cifras oficiales hablaron inicialmente de 30 muertos, se estima que el número real de fallecidos pudo haber sido de entre 200 y 300 personas. Además de los muertos, cientos de personas fueron arrestadas y muchas de ellas desaparecieron. La Plaza de las Tres Culturas quedó llena de escombros y sangre, marcando para siempre este lugar como un símbolo de represión y lucha.
La masacre de Tlatelolco ocurrió solo diez días antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos en México. A pesar de la gravedad de los hechos, el gobierno intentó minimizar el impacto internacional y controlar la narrativa. Durante años, las autoridades negaron su responsabilidad y ocultaron información sobre lo sucedido.
El 2 de octubre de 1968 sigue siendo una fecha de gran significado para la sociedad mexicana. Se conmemora anualmente con marchas y eventos en honor a las víctimas y en demanda de justicia. A nivel histórico, este evento evidenció la naturaleza represiva del régimen de Díaz Ordaz y la falta de apertura democrática en el país.
Más de cinco décadas después, el 2 de octubre no se olvida. La matanza de estudiantes en Tlatelolco sigue siendo un recordatorio de los riesgos que conlleva la represión gubernamental contra las voces disidentes. A lo largo de los años, el país ha avanzado en materia de derechos humanos, pero este trágico episodio sigue siendo una herida abierta en la memoria colectiva.
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