Esta es la historia del hombre que inventó el karaoke

Daisuke Inoue tocaba en una banda en Kobe, Japón, cuando inventó la máquina de karaoke, en 1971, para un cliente que quería impresionar a sus colegas cantando sus canciones favoritas
miércoles, 11 de agosto de 2021 · 08:46

Daisuke Inoue, nacido el 10 de mayo de 1940, es un empresario japonés mejor conocido como el inventor de una máquina de karaoke. Un músico en su juventud que trabajaba como respaldo de empresarios que querían cantar en bares, inventó la máquina como un medio para permitirles cantar sin respaldo en vivo.

Inoue, junto con sus amigos conocedores de la tecnología, inicialmente ensambló once máquinas 8 Juke, como se llamaban originalmente, y comenzó a alquilarlas en pequeños establecimientos de bebidas en las cercanías de Kobe para ver si la gente las aceptaba. Como mencioné anteriormente, los sistemas se vieron principalmente como una alternativa novedosa a las bandas en vivo y atrajeron principalmente a hombres de negocios ricos y ricos.

Todo eso cambió después de que dos propietarios de clubes de la zona compraran las máquinas para los lugares que estaban abriendo localmente. La demanda se disparó a medida que se corrió la voz rápidamente, y los pedidos llegaron desde Tokio. Algunas empresas incluso estaban reservando espacios enteros para que los clientes pudieran alquilar cabinas de canto privadas. Conocidos como cajas de karaoke, estos establecimientos generalmente ofrecían varias salas, así como un bar de karaoke principal.

La locura se extiende por Asia

En los años 90, el karaoke, que en japonés significa "orquesta vacía", se convertiría en una auténtica locura que se extendió por toda Asia. Durante este tiempo, hubo varias innovaciones, como la tecnología de sonido mejorada y los reproductores de video de discos láser que permitieron a los usuarios enriquecer la experiencia con imágenes y letras que se mostraban en la pantalla, todo en la comodidad de sus propios hogares.

En cuanto a Inoue, no lo hizo tan bien como muchos hubieran esperado debido a haber cometido el pecado capital de no hacer el esfuerzo de patentar su invención, obviamente, esto lo abrió a rivales que copiarían su idea, lo que redujo las ganancias potenciales de la empresa.

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