
La experiencia y sangre fría de Sergio Ramos fueron determinantes en el Clásico Regio, cuando el defensa español del Monterrey convirtió un penalti crucial a pesar de los intentos de desestabilización por parte del portero de Tigres, Nahuel Guzmán.
En un momento de alta tensión durante el derbi regiomontano, Nahuel intentó una táctica poco convencional para distraer al cobrador: darle la espalda mientras se preparaba para ejecutar el tiro desde los once pasos. Este gesto, claramente diseñado para sacar de concentración al español, no tuvo el efecto deseado.
Ramos, con toda la experiencia acumulada en sus años en el Real Madrid y la Selección Española, mantuvo la calma y ejecutó el penalti con su característica precisión y potencia, enviando el balón lejos del alcance del guardameta argentino, quien pese a adivinar la dirección del disparo, no pudo detenerlo.
Celebración apasionada
Tras convertir el tanto, el defensor mostró toda su pasión en la celebración, corriendo hacia la esquina del estadio con los brazos abiertos mientras sus compañeros lo alcanzaban para festejar juntos. La euforia del español dejó en evidencia la importancia del gol en un partido de tanta rivalidad.
La actitud del portero de Tigres generó reacciones divididas: mientras algunos vieron su conducta como parte del folclore futbolístico y la rivalidad histórica entre ambos clubes, otros la consideraron una falta de deportividad que finalmente se volvió en su contra.