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Cultura

Unicornio Por Esto!: Escritoras Yucatecas parte uno

Cristina Leirana proporciona un panorama detallado de la trayectoria literaria de la poeta y narradora Brenda Alcocer, en el aniversario 77 de su nacimiento y presenta algunos textos de la artista
"Respecto a la libertad, Brenda decía que cada individuo tenía que empezar por liberarse a sí mismo; que un carácter fuerte no necesita de la violencia".
"Respecto a la libertad, Brenda decía que cada individuo tenía que empezar por liberarse a sí mismo; que un carácter fuerte no necesita de la violencia".

Brenda María Alcocer Martínez nació en Mérida, Yucatán, el 11 de septiembre de 1947, la tercera de seis hermanos, hija de la maestra María Martínez Novelo y del agente de ven tas Luis Alcocer Rosado. Trabajó, realizó las labores llamadas “propias de la mujer” y estudió literatura.

Respecto a la libertad, Brenda decía que cada individuo tenía que empezar por liberarse a sí mismo; que un carácter fuerte no necesita de la violencia, pues le basta con la razón para lograr sus objetivos; para ella, quien elige, en cada momento dentro de su circunstancia lo que más le gusta hacer, es libre. Ávida devoradora de libros, aunque sin estudios formales, tenía conocimientos de psicología, de didáctica y de poesía.

Acostumbraba leernos El libro del buen amor, así como algunos capítulos de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha; varios libros de cuentos rusos para niños (La ranita reina, de Kostas Kubilinskas S/F; El doctor Aymeduele; El tío Stiopa, de Mijalkov Serguei, 1973, vienen a mi mente).

Siendo yo muy niña, recuerdo haberla visto escribiendo en una libreta de pasta dura, que tenía la foto de un polluelo en la pasta.

Cuando estaba en quinto de primaria, le pedí un poema de Navidad, para un concurso de decla mación que organizó mi maestra, ella lo escribió primero en su libreta, luego lo pasó a máquina y pude declamarlo (era como enseñaban en las primarias a decir los poemas); recuerdo que el poema gustó mucho:

La Nochebuena se acerca

seguida de Navidad

hay en el ambiente

algo que nos da felicidad.

En esta fecha hermanos

nos debemos abrazar

olvidar nuestros rencores

y nuestros amores dar.

Recordemos esa noche,

hace años sucedió

que un niño muy pequeño

en un establo nació

Él entibiaba su sueño

con el aliento de un buey

de una vaca y de un asno

a pesar de ser un rey

Tenía por cuna, paja

por techo un pequeño establo

y luz de miles de estrellas

que brillaban en lo alto

Reyes de grandes ciudades

desde muy lejos llegaron,

para ver al rey de reyes

largos ratos caminaron

un arbolito en la puerta

que seco de frío estaba

con los luceros del cielo

quedó vestido de gala

alegría que los años

nunca han podido borrar

esa es la de Nochebuena

seguida de Navidad.

El primer poema en el que recuerdo haberla visto trabajar, pues nos leía sus diferentes versiones, fue Limpiabotas, que, cuando en 1986 lo llevó al taller literario de Bellas Artes, coordinado por el poeta y dramaturgo Raúl Cáceres Ca renzo, le dijo que era perfecto:

En la escuela te enseñaron

del mundo su redondez

pero tú lo ves muy largo

pues lo mides con los pies

pequeños pies ampollados

 cansados de caminar

Recorres todos los días

las calles de la ciudad

calles largas que recorres

con alegre pregonar

proponiendo tu trabajo

¿Hay zapatos pa’ limpiar?

Manitas embadurnadas

con la grasa de bolear

vas sonando tus monedas

que ya te sabes ganar

En la escuela te enseñaron

del mundo su redondez

pero tú lo ves muy largo

pues lo mides con los pies

(El Juglar, 205, 20 de abril de 1995: 6)

Ella había trabajado en ese texto a lo largo de varios años. Antes de eso realizaba cuentos para nosotros, sus hijos, en ellos recuperaba fórmulas de la tradición oral y anécdotas de nuestra vida o de parientes cercanos, pero con otros nombres y en otros ambien tes; también recuerdo un relato futu rista que trataba de la extinción de las plantas y la posibilidad de volverlas a la vida, gracias a la previsión de un sabio que tenía por tesoro las semillas.

A mediados de 1987 es publicado el único número de la revista indepen diente Arcana que reúne los trabajos de quienes participaban en el taller literario del CEBA y algunos miembros del taller literario de la Universidad Autónoma de Yucatán.

La revista abre con la colabo ración de Brenda, con sus poemas Ca racol, Medusa y Fósforo (Arcana, S/F: año I, número 1: 2). En 1989 Brenda Alcocer colabora en otra revista de única aparición: Códice (auspiciada por el CEBA y el ICY), donde vio la luz su minifi cción “El de rrumbe” (Códice, 1989: 3).

En 1989 la Sociedad General de Escritores de México (Sogem), el Ins tituto de Cultura de Yucatán y el Co naculta, a través del Programa Cultural de las Fronteras (Subprograma Colegio de Escritores de las Fronteras), impar tieron el Diplomado Creación Literaria.

Doce escritores de reconocimiento na cional y doce artistas locales impartie ron a su vez doce materias. Brenda Alcocer cursó este diplomado junto con Jorge Pech Casanova, Gerardo Rodríguez Arcovedo(+), Silvia Canto, Martha Capetillo, Mauricio Quijano Farjat, Carolina Luna, Jorge Lara Rive ra, Melba Alfaro, Elvia Rodríguez Ci rerol, Wilberth Smith Centurión, Javier Otero Rejón, Carlos Arcila, Francisco Lope Ávila, Joaquín Tamayo, Beatriz Rodríguez Guillermo, Josefina Reye sauri, Rubén Reyes Ramírez, Cristina Leirana, entre otros escritores. Entre octubre y diciembre de 1989, los sábados se llevó a cabo el ciclo de lecturas “Signos y Trayectorias” en el cual también participó Brenda Alcocer.

A inicios de 1990 se hizo miembro del Centro Yucateco de Escritores, AC. Es también ese año que se inserta en la administración pública: hace diferen tes trabajos para el Issste: asistente de médico, auxiliar de cocina, entre otras labores que le tocaban como suplente.

A la par fue estudiando los cursos que el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes daba, a través de la Red de Bibliotecas Públicas, sobre biblioteco logía; se capacitó tanto en los sistemas de catalogación y cuidado de un acervo, como en la promoción de la lectura, y en la creación literaria. En 1992 es nombra da coordinadora de la Biblioteca Issste/ Conaculta número Nueve. Ese mismo año labora también como locutora del programa radiofónico

La cueva de los niños, que se transmitió de febrero de 1992 a mayo de 1993 por la frecuen cia 92.9 FM. Se inicia como locutora, pero como se trataba de un programa investigativo y fresco, cuando Rosario Novoa dirige la estación y se ocupa de fomentar la profesionalización en los equipos que producen los programas, contrata a varios guionistas, entre ellos, además de quien esto escribe, Santos Gabriel Pisté Canché y Brenda Alcocer, quedando ellos como los locutores del programa, cuyo formato era de revista y se hacía en vivo; y para la sección del cuento dramatizado, que sí se grababa, había varios locutores invitados, los más frecuentes eran: Melba Alfaro, Emiliano Buenfi l, Luis Alcocer Guerrero, Gilber to Palma, Malvina Morales y quien esto escribe, desde luego, Brenda y Santos también participaban.

El programa es taba bien posicionado: recibía muchas llamadas, algunas cartas y en varias ocasiones ocurría que alguien, al oírnos hablar fuera del aire, nos identifi caba. De la radio al teatrino fue un paso que dio Brenda Alcocer, impulsada por el propio trabajo y la experiencia de los compañeros, pues Melba Alfaro y San tos Gabriel ya tenían amplia trayectoria como actores y dramaturgos; así que cuando para celebrar el Día del Niño, en la estación radiofónica se nos ocurrió un festival que incluyera una obra de títeres, no fue problema; a ello siguió la invita ción a participar en el festival navideño de Villapalmira, y a principios de 1993 a colaborar en la campaña “Papá trabaja seguro”, para promover el uso de equi pos de seguridad entre los trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad; en ambos casos con guiñoles.

Brenda patrocinó el teatrino y programó funcio nes para los usuarios de esa biblioteca haciendo de la promoción cultural el eje de su acción: además de las visitas guia das que daban ella y sus compañeras de trabajo a los estudiantes de las escuelas cercanas, la Biblioteca del Issste recibía a cuenta cuentos: Patricia Ostos, Ariel Méndez, Gilma Tuyub, Gilberto Palma, Carlos Medina, entre otros actores y titi riteros han transmitido nuestra literatura ancestral a los usuarios de ese acervo.

Ciclos de cine y presentaciones de libros y revistas también ocurrieron en ahí. Brenda Alcocer se esmeró en vincular la Biblioteca Issste/Conaculta, número 9 con la sociedad; promovió activamente la participación de los niños y sus familias en los eventos que en ella se efectuaban: a partir de su gestión como encargada de la Biblioteca, se esperan con ansia los talleres del programa Mis Vacaciones en la Biblioteca3, como lo demuestra el alto número de participantes en los di ferentes recesos escolares, así como en los talleres a propósito de las efeméri des (Janal pixan, Navidad, Carnaval, la primavera, el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, entre otros), en la hora del cuento que se realiza semanal mente, en los concursos de lectura, y en las charlas de los autores invitados.

Brenda promovía la consulta bi bliográfi ca, para ello, visitaba escuelas donde contaba cuentos de los libros del acervo o explicaba el sentido de algu nas tradiciones nuestras, como el Janal pixan, o de celebraciones como el Día de la Mujer, del Libro, del Niño y la Niña. “Una de las cosas que me motivan a per manecer aquí es tratar de ayudar a los niños y jóvenes del rumbo, pues ésta es también mi comunidad, en esta colonia vivo prác ticamente desde que me casé, aquí crecie ron mis hijos y estudiaron en las escuelas del rumbo”.4 Su labor como bibliotecaria también le facilitaba el estudio: ya siendo trabajadora completó el bachillerato.

En 1992, en el marco de la conmemo ración del sexagésimo primer aniversario de El Diario del Sureste, Jorge Lara Rivera edita Entre el silencio y la ira, una antología de la narrativa que se produce en ese momento en Yucatán, el cuento Tal vez pronto, de Brenda, es incluido en el libro; en ese entonces ya se había iniciado la colaboración de los miembros del Centro Yucateco de Escritores en el suplemento cultural de dicho periódico, que aparecía los jueves.

En abril de ese año Tal vez pronto había salido en El Juglar, con una hermosa ilustración de Alfredo Lugo. En este cuento se recrea la situación de una niña que es libre en su pensamiento, pero que permanece acostada, pues está físicamente incapacitada para caminar.

La tensión que esto produce en la familia, la irresponsabilidad de un padre alcohóli co, la solvencia de una madre trabajadora y el amor de una abuela, son algunos de los elementos presentes en Tal vez pron to, donde la voz narrativa nos muestra el mundo como lo viera una pequeña para quien la desgracia no es tan grave:

Ser libre, para correr y correr por el parque, pasando por los mismos lugares cien y mil veces, pasar a galope tendi do entre los puestos, rodear la fuente en una vuelta infi nita, subir, bajar, caer, levantarme para impulsarme de nuevo; continuar, brincando con un pie, con el otro, con los dos lados, a un lado, al otro, sentir la velocidad en el aire que desplazo, en el pelo, en la falda tratando de seguirme y los pies, que no quieren parar, vuelan, patinan, giran, se escurren y me llevan en vértigo incontenible, arrebatado, con esa sensación de caba llo o de pájaro; cuando me elevo en el columpio, agarro fuertemente la cadena, camino hacia atrás, me dejo caer en el asiento, al mismo tiempo que levanto los pies, voy volando, cuando llego arriba doblo las piernas hasta pegarlas bajo la silla, regreso con una prontitud acelera da, uso piernas y pies como alas, exten didas, dobladas, extendidas, el cuerpo en rítmico movimiento, adelante, atrás, alcanzo una rosada nube, al poco tiempo me empalaga, la quería de piña y no de fresa, dejé un ángel sin almohada, mamá eleva un cometa de palabras para que yo descienda por su cuerda, dejo las piernas en una sola posición para ir perdiendo altura, de un salto escapo de unos brazos. que me esperan, pongo en movimiento la pelota con una fuerte patada.

Abro los ojos, las tres paredes que me rodean las conozco de memoria, las he mirado por meses, en los momentos más intensos de mi estado de ánimo y en los más simples, la celosía de madera a cuadros verdes que hace las veces de pared la he recorrido hasta el cansancio, conozco todos sus rincones, sé en qué parte se confundió el carpintero y dejó los huecos más grandes o cuando llegó la araña paracaidista a adueñarse de los cuadros del rincón derecho.

Nunca estoy completamente a os curas, la celosía permite el paso de la luz, a través veo cuadricularse las nubes, tienen muy divertidas formas, a veces son canguros, otras conejos, elefantes o diablos, una sola puede ir tomando diversas caras, cambiando en pocos segundos; en algunas ocasiones, cuando en medio de muchas de ellas se abre un pequeño agujero y miro el cielo, se me imagina que por ahí me acecha Dios y me sonríe; algunas nu bes se van desbaratando mientras se alejan y otra pasa a tomar su lugar en dirección a mis ojos.

A la araña la contemplo trabajando todo el día, ocupada en tejer y tejer afa nosamente su tela, la construye de un transparente y mágico hilo, cuando le da el sol toma los colores del arco iris que entra por las rendijas después de un día de lluvia.

Cuando mamá la descubre, la desbarata con un escobazo y ella corre a esconderse entre las tablas, cuando pasa el peligro, vuelve a empezar el tejido.

El otro día que no corrió a tiempo es tuvo a punto de morir bajo el zapato de mi madre, grité asustada y eso le dio la oportunidad de salvarse. Cuando me fastidio de este cuarto cierro los ojos y huyo al parque a dis frutar del Sol, los juegos y los árboles.

Pasan días enteros sin que recuerde que soy una piedra atada a este colchón, es toy clavada, atornillada, pegada, solidificada a él. El problema no es ése, sino que soy el motivo del drama que están viviendo mis padres; lloran por lo que me pasa, pero a mí no me sucede nada, es a ellos que no se conforman; mamá se debe cansar mucho, bañarme, vestirme, atenderme, siempre dejando todo para venir a mi llamado y gastando en mí has ta el último quinto de su sueldo.

Pero él me usa de pretexto para desaparecer en la cantina y luego viene con sus ayes alcohólicos a remacharme más en esta cama; sólo en estos momentos, cuando está hincado con la cabeza puesta sobre mis inmóviles piernas, llorando más que por mí por su vergüenza de haber tirado el dinero que gana, en parrandas, es cuando realmente me entra una an siedad por no poder flexionar la rodilla y asestarle un golpe en la cuenca del ojo, así lloraría por él mismo.

Hay alguien que todas las mañanas me ayuda a afl ojar el tornillo que me afi anza al lecho, es la abuela, a ella no le importa mi invalidez, con sus cuentos me lleva a otros lugares, mientras vamos camino al hospital para hacer la terapia.

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