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Cultura

Periodismo y literatura se reúnen

Con un temario que comprende seis sesiones temáticas impartidas en tres meses, se abre la oferta del taller de periodismo narrativo
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El periodismo, con su intención informativa, apela a la objetividad. La literatura, liderada por un fin estético, es inseparable de la subjetividad. ¿Qué pasa entonces con el periodismo narrativo? Jesús Koyoc dice a POR ESTO!: “primero, es importante considerar que el periodismo narrativo es periodismo, antes que cualquier cosa.

Es necesario tener rigor con la investigación y no caer en la tentación de darle un mal uso a los recursos literarios que nos ayudan a narrar los hechos. Es decir, aunque la historia presentada en el texto parezca más una narración e incluya elementos que se han relacionado históricamente con el ensayo o con la narrativa -en sus diferentes formas como la novela o el cuento corto- es necesario tener en mente que se está narrando un hecho, no una fabulación de la persona que escribe el texto”. 

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“La ventaja que ofrece la narrativa de no-ficción”, continúa, “es no ser una reacción inmediata al hecho noticioso que propicia la nota diaria. No es que ésta no sea importante, sino que tienen intenciones diferentes. Los textos como los reportajes o las crónicas, ambos géneros periodísticos narrativos, pueden aprovechar las notas y las columnas para construir un panorama más completo. También, la narrativa de no-ficción permite profundizar en aspectos que la nota, por la velocidad con la que debe ser escrita y publicada, no puede hacer”.

Con un temario que comprende seis sesiones temáticas impartidas en tres meses, se abre la oferta del taller de periodismo narrativo de la revista literaria Efecto Antabús. A iniciar el 17 de mayo, los escritores amateurs y experimentados, con una inversión de 500 pesos, tratarán las corrientes latinoamericanas y estadounidenses de la crónica, el periodismo de inmersión, el pre-reporteo, trabajo de archivo y biblioteca, la elaboración de entrevistas y el planteamiento de un perfil, todo en modalidad virtual.  Mateo Peraza, también colaborador, aporta al sentido de la práctica del periodismo narrativo. En sus palabras, “el periodismo narrativo reinterpreta los modelos tradicionales de la práctica periodística.

Todos los que han escrito notas, especialmente las rápidas de prensa, están familiarizados con el modelo de la pirámide invertida, en el que la generalidad de la información, la base, se decanta hacia lo más particular. Ese es un concepto del periodismo tradicional”. 

Ofrece también el contexto de la práctica: “en los Estados Unidos, por ejemplo, durante la década de los años 60 a los 70, hubo menos suscriptores dentro de los medios de prensa escrita porque dejaron de sentirse familiarizados con el modo de narrar las noticias. En ese momento surge una suerte de vanguardia, llamada periodismo literario, encabezada por Gay Talese y Tom Wolfe.

Empiezan a reivindicar, en vez de la estructura objetiva -que, como diría el escritor argentino Martín Caparrós: no existe la objetividad en el periodismo; todo está siempre escrito desde una primera persona, aunque se oculte detrás de un lenguaje en tercera persona-, una escritura periodística basada más en las técnicas narrativas propias de la narrativa de ficción”.

Añade: “Antes de ellos, ya había, desde décadas atrás, otros escritores, específicamente latinoamericanos, que empezaron a experimentar con las formas de plantear la información. En el caso particular de Latinoamérica, antes de Rodolfo Walsh y su libro Operación masacre (1957), los modernistas escribieron los primeros reportajes considerados literarios. Quien encabeza la lista es José Martí, publicando en La Nación. En ese momento, los editores de ese periódico no comprendían qué eran. Pensaban que eran textos de ficción, porque como cronista y, a su vez, poeta de los modernistas, escribía reportajes como poeta. La periodista venezolana Susana Rotker publica una investigación llamada ‘La invención de la crónica’ (Premio Casa de las Américas 1991), que contiene esta información. 

El pre-reporteo, práctica esencial de “una buena crónica”, es “toda la colección de datos que se hace antes de la investigación en un plano físico. Incluye consultas de expedientes, en hemerotecas o bibliotecas, investigaciones en Internet, incluso algunas entrevistas que sirvan para pautar la forma para abordar el trabajo en campo. Si vas a narrar alguna de las grandes crisis de salud pública en Yucatán, sean suicidios, VIH u obesidad infantil, antes debes recabar estadísticas, tasas de mortalidad, etcétera”, explica Mateo Peraza.

Entonces, ¿debería el periodismo ser literatura y la literatura ser un testimonio? ¿O es que lo literario y lo periodístico son valiosos en sus propios ámbitos? Mateo opina: “en el ámbito literario, hay una discusión sobre el papel trascendental o no trascendental de la crónica. Mucha gente dedicada a escribir textos de ficción piensa que las crónicas son textos que nacen y mueren, en cuestión de horas o días, lo que dure el papel periódico donde están impresos, o el tiempo que circulan por Internet hasta que dejan de hacerlo. Pienso que es importante que la crónica, en los ámbitos literarios, se entienda como un texto igual de importante que el resto de los géneros y que tiene una capacidad para la inmortalización. Eso lo podemos ver en que hay muchos escritores, no actuales necesariamente, cuyas obras seguimos leyendo hoy en día. Hablábamos al inicio de las vanguardias que formaron lo que hoy entendemos como periodismo literario. Varios autores de entonces se siguen publicando, mientras que hay otros escritores que han llevado la puesta de la crónica a extremos muy chidos”. 

Suma, además, una creencia: “es importante dejar este versus entre la crónica y otros géneros literarios pensando que uno es inferior a otro. Para mí, la crónica tiene igual y hasta mayor validez que otros géneros literarios, y también sobrevive al tiempo”. 

“En el plano informativo”, comenta, “es donde fundamentalmente debe haber más crónicas. Pienso en las estadísticas que surgen a partir del tema COVID-19. Cada ser humano fallecido durante una pandemia tiene su propia historia. Si murieron mil 500 personas en un día, tendríamos el mismo número de historias. Si nos diéramos a la tarea de contar cada una de ellas dentro de un plano narrativo, persiguiendo las sensibilidades de las audiencias, entenderíamos mejor los procesos en los que nos encontramos inmersos”.

Para mayor información, escribir a [email protected] o a las redes sociales de Efecto Antabus.

 

aarl

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