Por Yolanda Gutiérrez
Familias locales, muchas acompañadas por parientes que vinieron a visitarlas aprovechando la Semana Santa, así como grupos de turistas nacionales, acapararon los arenales de la popular Playa del Niño en Puerto Juárez, algunas tan bien preparadas para una jornada al aire libre que solamente les faltó llevar consigo el televisor.
Grupos de amigos y familias departían alegremente bajo las palmeras o cualquier otro lugar que proyectase sombra, mientras que más pequeños disfrutaban de las aguas del mar Caribe, casi todos provistos de flotadores de diferentes formas y tamaños, algunos de los que fueron adquiridos por sus padres al momento, aprovechando la presencia de venteros ambulantes de este tipo de artículos.
Quienes llegaron más tarde y no alcanzaron un lugar a la sombra tampoco se preocuparon demasiado, esto en virtud que pasado el mediodía el cielo comenzó a cubrirse de nubes que en la tarde echaron por tierra la jornada playera a causa de las fuertes precipitaciones… pero hasta que esto sucedió, la tónica general durante toda la mañana fue un lleno casi total en los arenales.
Un guardavidas del Grupo de Rescate Acuático de Protección Civil se mantenía al pendiente del movimiento de los bañistas, apoyado por varios elementos de la Marina que ocuparon lo alto de la torre de vigilancia.
Se apreció también la presencia de las Policías Naval, Militar y Municipal, que llevaban a cabo recorridos sobre la banqueta y en los arenales, excepto los municipales, que se encontraban en la caseta de policía, reactivada con motivo de las vacaciones de Semana Santa.
Muchos bañistas llegaron a bordo de sus propios automóviles y quienes se presentaron pasado el mediodía, tras cumplir con su obligación católica de asistir a alguno de los viacrucis que se representaron en la ciudad, tuvieron dificultades para dejarlos en algún lugar, esto debido a que el estacionamiento de Playa del Niño se encontraba hasta el tope, lo que orilló a más de un conductor a dejar su unidad en doble fila, tapando el paso a los que quedaron correctamente estacionado o a buscar un espacio donde pudieran.
Se pudo constatar que la mayor parte de quienes disfrutaban de la playa eran residentes en regiones y colonias populares, así como parientes de éstos que vinieron a visitarles con motivo de la Semana Santa.
No obstante, también se apreciaron algunos grupos de turistas nacionales que se hospedan en hoteles del primer cuadro de la ciudad y encontraron en Playa del Niño una opción más económica para disfrutar del mar y la arena a lo que sería desplazarse hasta la zona hotelera.
Bajo cada palmera y palapa rústica los bañistas tendieron toallas y cobijas, rodeados de las bolsas en las que llevaron consigo todo lo necesario para disfrutar de un día de playa; algunos instalaron mesas de plástico, sillas plegables y a otros, literalmente, sólo les faltó traer su televisor, tan grande era el montón de pertenencias que les acompañaban.
Neveras repletas de bebidas frías eran usadas como asiento en un grupo, en tanto que otro disfrutaba del cebiche casero, sándwiches, tortas y un variado menú de alimentos preparados ex profeso para la jornada.
No pudieron faltar los numerosos vendedores ambulantes que hicieron su agosto en abril, quienes aprovecharon la fuerte afluencia de bañistas el Viernes Santo para recorren Playa del Niño de extremo a extremo, sin importarles en lo absoluto la presencia de inspectores de Zofemat, que simplemente se hacían los occisos aunque las ventas se consumasen justo bajo su nariz; inclusive cuando se percataron de la presencia de este medio informativo, avisaron a los ambulantes que estaban en la arena para que se retirasen hasta la vía pública, donde otros muchos informales se habían instalado y ofrecían sus variados productos, desde kibis y salbutes hasta bolsitas de frutas frescas, pasando por frituras, golosinas, marquesitas, raspados de frutas, salvavidas de múltiples colores y formas, brochetas de camarón y otros muchos artículos.